viernes, 26 de noviembre de 2021

Minería e izquierdismo fariseo


Por: Luis Alberto Pacheco Mandujano

Lima, 24 de noviembre de 2021


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Incendiar minas y actuar como si nada pasara, ¿es racional?, ¿es legal? Bloquear carreteras, ¿es una acción de protesta legítima? Cerrar minas ante la violencia azuzada políticamente por el gobierno y por las ONG que viven del financiamiento del capitalismo internacional de la Open Society de Soros y de la Rockefeller Foundation, ¿es la solución a los “problemas sociales”, que no son sino problemas creados por los gestores del desorden que se presentan, después, como los “defensores del pueblo y del planeta” que tienen la solución para tales problemas? Que la PCM renuncie a su tarea de mantener el orden público, ¿es un acto constitucional?

 

Son preguntas contextualizadas cuyas respuestas son tan obvias que devienen tácitas, aunque portadoras de un agrio sabor de reincidencia.

 

En efecto, ya antes hemos experimentado a nivel mundial estratégicos ataques provocadores de inestabilidad económica e hiperinflación, auspiciados por intereses políticos que han afectado, por supuesto, al Perú. La crisis del petróleo de 1973 es un claro ejemplo de cómo es que petardeando la cadena de producción industrial de commodities se logra poner a los enemigos contra las cuerdas para destruirlos, en algunos casos, o para someterlos, en otros. Esto es exactamente lo mismo que está sucediendo ahora en el Perú. Lo que hicieron los árabes aquel año contra el mundo occidental lo están haciendo, casi de la misma manera y a su brutal estilo, los enemigos del país (entiéndase desde el inicio que me refiero a izquierdistas radicales y caviares).

 

En ese fondo estratégico, en realidad no se trata de una defensa concienzuda de la naturaleza, como siempre quieren hacerla aparecer nuestros “ecologistas” locales. Tampoco se trata de una preocupada lucha por la salud de los “pueblos originarios” y por su desarrollo económico. ¡En absoluto! Tampoco es, por último, ni siquiera, la materialización política de una ideología marxista-leninista que sólo propone caos y destrucción. No, no es nada de eso.

 

En verdad se trata de un gobierno autoproclamado al inicio y autonegado al final marxista-leninista (contradicción oligofrénica por delante), que de la mano de ese palafranero sector de la izquierda conocida con el certero mote de “izquierda caviar”,[1] integrada por fariseos personajes económicamente posicionados en sectores A y B de la sociedad peruana que ubicándose –no más que de palabra y por exotismo y excentricidad social– en una posición progresista, de hecho actúan, viven y se benefician de las bondades del sistema capitalista, vienen ejecutando en el Perú, en conjunto, una agenda que se inserta en el marco de un plan internacional gestado por los contralores del mundo moderno que, siendo poderosos capitalistas de primera fila, se disputan el mundo con otros capitalistas de diferente posición política, estratégica y económica. Los primeros son los financistas de nuestros fariseos; los segundos son los capitalistas tuertos, a un paso de hacerse finalmente ciegos, que actúan con recetas y guías sordas a la revolución keynesiana, lo que explica con precisión matemática por qué están perdiendo esta guerra.

 

Los primeros son los responsables de la planificación de la hecatombe contemporánea de alcance mundial, producida varias décadas atrás, de donde proviene la famosa Agenda 20-30, infiltrada de a pocos en la ONU por medio de factótums soldadescos y funcionales de perfiles inteligentemente idiotas que trabajan desperdigados en el orbe, sobre todo en los países latinoamericanos, africanos y asiáticos pobres, que actúan camuflados en nombre y representación de la llamada cooperación internacional y de los organismos internacionales de “protección de los derechos humanos”. Éstos han fortalecido, y vienen cristalizando ahora, la Agenda de marras, como proyecto político, a través del Foro de São Paulo que también vino a implementarse poco a poco desde Cuba hacia Venezuela, primero, y después a Brasil, Argentina, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, encontrando resistencia en países como Chile, Colombia y Perú, donde se vienen librando duras batallas de resistencia democrática para evitar la consumación del plan.

 

La izquierda peruana, qué duda cabe, carece de cuadros intelectuales de valía. Es imposible encontrar en ella, tanto a nivel de los sectores más radicales como también de los ámbitos del fariseísmo caviar, a un Mariátegui, un Del Prado o un Diez-Canseco. ¡Y ya sería demasiado pedir un Engels o un Lenin! Sus dirigentes, sus periodistas, sus operadores políticos, sus raros militantes, sus think-tanks universitarios, sus mendaces oenegeros “defensores de la ecología y de los derechos humanos”, sus “intelectuales académicos”, todos ellos y los demás que los acompañan, expertos en el arte de la confusión, del engaño y de la creación de escenarios falsos que los hacen aparecer como si fuesen reales, son auténticos peones que moran, sabiéndolo o no, en un tablero de ajedrez en el que las piezas se mueven con mano ajena. Esa mano ajena es la mano del capitalismo heterodoxo que financia a estos grupos y organizaciones políticas, así como en el Perú, de la misma manera en el mundo. Se trata de la mano que los titiritea a distancia para digitar sus acciones, milimétricamente diseñadas para alcanzar objetivos de ganancias económicas, al fin y al cabo. Son los dueños de estas manos los dueños de la materia gris que sí piensa –y piensa muy bien, hay que reconocerlo–. Los otros, los ejecutores del trabajo político sucio, son empleados más o menos caros, más o menos baratos, pero siempre empleados ordinarios, de la gran empresa de alcance mundial.

 

Ahora bien, ante ello uno legítimamente podría preguntarse: ¿y no se dan cuenta éstos del papel que desempeñan en este espeluznante entramado? Pues con toda la “inteligencia” que los caracteriza, vale reconocer que, mayoritariamente, no se dan cuenta. Es que sus inteligencias son docta ignorantia in malam partem. Salvo pocos,[2] la gran mayoría de radicales y caviares ha internalizado aprehensivamente en sus consciencias la Agenda convertida en ellos en una suerte de catecismo que los ha convertido en acólitos de una dogmática religión civil que los informa como personalidades fanáticas, fideístas y, por tanto, irracionales. Éstos no tienen, en verdad, consciencia de que sirven a los intereses y encargos capitalistas de la más dura ala derechista internacional; incluso la enorme labor de ideologización a la que fueron sometidos muchos de ellos no los encegueció, porque ya eran ciegos. Los procuradores de las revueltas sociales en el mundo únicamente se limitaron a explotar, a su favor, las cualidades cerebrales de sus peones: incrementar en ellos el grado de estupidez genética que los caracteriza, logrando obtener como resultado que sus milicianos se creyeran la historia de asumirse como los nuevos cruzados del mundo. Son los talibanes del mundo occidental, pero sirvientes del capitalismo heterodoxo más abyecto que la humanidad ha podido conocer, capaces de entregar o quitar la vida (a lo Inti y Bryan) para el regocijo de sus “señores”. En otros casos, a los titiriteros sólo les basta “agudizar las contradicciones” explotando inmisericordemente las miserias y resentimientos históricos que, como también lo vengo diciendo desde hace más de dos, casi tres, décadas, tenemos que acabarlos y darles resolución como país, pues de lo contrario estas circunstancias seguirán constituyendo causa y motivo de vil y convenido uso de la buena fe del pueblo.

 

Los recientes ataques ejecutados por mesnadas entrenadas y parapetadas, fundamentalmente, por fuerzas de la izquierda caviar, a las empresas mineras Antamina, Apumayo y ahora Hochschild Mining, todo en menos de un mes, dan cuenta de lo antedicho y se insertan dentro de aquel cuadro estratégico de poner al enemigo contra las cuerdas para desgastarlo, agotarlo y finalmente destruirlo. Y lo están logrando de la mano de una estratégica y aprovechada alianza hecha, sin hacerle asco, con cipayos del Movadef y del PCP-SL infiltrados en organizaciones sociales y sindicales.

 

Los resultados de todo esto saltan a la vista. “Las acciones de Hochschild Mining se hundieron el lunes 27.22% ante la incertidumbre relacionada con su mina insignia Inmaculada en Perú, luego de que el país anunciara su intención de frenar las operaciones de dos de las minas que opera en la nación andina. Durante las operaciones del día, los papeles llegaron a caer hasta 57%”. Así ha informado el diario Gestión en su edición del lunes 21 de noviembre de 2021.

 

Estamos contemplando, pues, en inercia, la ejecución de la vieja “guerra de baja intensidad” tan bien conocida, desarrollada y usada por la izquierda de siempre. El enemigo de ésta en el caso concreto no lo representa las mineras per sé; su enemigo es el Perú de centro, el Perú democrático.

 

En efecto: el nuestro es un país eminentemente minero. Ciertamente nuestra economía es primario-exportadora y las bonanzas que hemos experimentado se deben a los precios siempre en alza de los commodities mineros. Carecemos de industria y ciertamente nuestra riqueza, por eso, en un mundo como este, no es sino una riqueza de espejismo. Es la reincidencia del período del guano y el salitre que habiendo dado lección no fue aprendida.

 

No tenemos industria porque no tenemos una burguesía, una derecha fuerte y consciente de su clase y de su ubicación y posición histórica en la patria. Y por ello la situación se hace peor: porque el ataque no es, reitero, contra la derecha, ya que ésta es una derecha apocada, amilanada, oportunista, convenida, intermediaria y virtualmente inexistente. El ataque frente a una derecha como esa es en verdad un ataque directo contra el Perú que literalmente vive, básicamente, de la minería.

 

Evidentemente, a los productores del desorden y de la destrucción esto último les importa un carajo porque en su ideario e imaginario kakitocrático tienen la concepción (falsa, por cierto) de que ellos reconstruirán el país para su beneficio. Permítanme soltar una carcajada y reírme a caquinos. No será, desde luego, la risa que sobreviene a un chiste; esto no es un chiste. Se trata de una risa nerviosa y de terror por lo que se viene para nosotros, para nuestros hijos y para nuestras futuras generaciones, a las cuales estamos condenando hoy, unos con la destrucción, otros con la inacción, y los más infelices con la cobardía de quienes sabiendo que pueden actuar para evitar que siga pasando lo que está pasando, prefieren no actuar.

 

La maqtada que ha actuado en estas últimas semanas contra la minería (léase, actuar contra el Perú) constituye el brazo enardecido de una chusma a la que han logrado convencer que son los oprimidos del mundo (aquí no había mucho trabajo que hacer porque en gran medida esto es cierto), que ellos son los buenos y que los blancos, los limeños y los empresarios son los malos de siempre, son la enfermedad. Y así como a la enfermedad se la acaba matándola, es necesario asesinar a blancos, limeños y empresarios. He aquí el resultado de haber atizado “las contradicciones”, lo que claramente se funda en avivar el “odio de clase” del que ya Abimael hablaba en los ’70 y ’80. ¡Odio! ¡Odio por lo blanco, por lo limeño, por lo empresarial!

 

Las huestes senderistas asumieron la doctrina del odio sublimándola como combustible accionante de su proceder criminal. En las “trincheras luminosas de combate” (como llamaban a las cárceles), entonando impertérritos las letras del Himno a la camarada Norah, los terroristas de Sendero cantaban diciendo

 

“… con odio de clase barremos tres montañas

asaltamos los cielos

con odio de clase barremos tres montañas

asaltamos los cielos…”

 

El odio también rinde sus frutos, qué duda cabe; podridos, pero frutos al fin y al cabo. Pregúntenle si no a la viuda de Abimael, a Elena Iparraguirre.

 

Y quienes siendo conocedores y fervorosos creyentes de esa doctrina de la muerte han follado aquel odio en las comunidades donde han vuelto a regar y exaltar, para cultivar después, la cólera, la rabia y la amargura históricos, con y a través de sus gamberras ONG –lavadoras de activos, dicho sea de paso–, son, curiosa e irónicamente, los empleados del capitalismo imperial de Soros y compañía. Esos son aquellos a quienes debemos, sobre todo, los conflictos sociales sudamericanos –y ahora también norcanadienses– que han producido violentas reacciones de pequeños grupos, bastante empoderados sin embargo, que han puesto en jaque al Estado de Derecho en la región. ¿Y todo para qué?

 

George Soros, los Rockefeller, la patulea de Davos, la de Bilderberg, la del G-5 y de todos los demás miembros del club, no son realmente “filántropos” ni espónsors de causas sociales en el mundo. La inyección de los millones de dólares con la que financian anualmente a los movimientos progresistas latinoamericanos no tiene la connotación real de “apoyo”; se trata, más bien, de una millonaria inversión. Su interés es derrotar y derrocar a los titulares del poder político y económico en los países de las riquezas naturales (o sea los nuestros) para instalar en éstos a gobiernos a través de los cuales se beneficien con la explotación de las riquezas que aquellos galifardos necesitan para seguir impulsando y fortaleciendo su poder imperial.

 

En fin de cuentas, damas y caballeros, son ésos los verdaderos beneficiados y victoriosos ganadores de los desmadres sociales que estamos viviendo. No se trata de una política marxista-leninista en ejecución; no se trata ni siquiera de luchas revolucionarias por la ecología o por los derechos civiles ni sociales. Nada de eso. Ya lo ven. Siendo dependientes del capitalismo del peor cuño contemporáneo, se trata de una izquierda coprolálica de devota vocación por la estupidez, por la oclocracia, por la destrucción y por la servidumbre. Se trata de una izquierda de miserable vocación farisea, lo que siempre les enrostro a esos hipócritas filisteos; se trata de una izquierda que, cual virus, infecta y destruye al país. Es a esta raza de enemigos de la nación a la que debemos resistir, enfrentar y combatir con inteligencia estratégica y táctica por el bien de la patria no sólo de hoy, sino por la patria del mañana. ¿Cómo vemos al Perú del 2040, del 2050 o del 2080? La respuesta a esta pregunta nos guiará en la lucha contra ese cáncer social que quiere ser metástasis que putrefacte el tejido social. No les vamos a dejar pasar. ¡No señor!

 



[1]  De la enfermedad social que representa la progresía caviar he hablado antes en otro sitio: cfr. Pacheco Mandujano, Luis Alberto, “El deformismo izquierdista de la nueva izquierda”, en: http://luispachecomandujano.blogspot.com/2020/09/el-deformismo-izquierdista-de-la-nueva.html

[2]  En Sudamérica, v. gr., hablamos de un Diego García-Sayán Larrabure, un Vladimir Cerrón Rojas, un Hugo Chávez, un Nicolás Maduro, un Luiz-Inácio Lula, un Evo Morales, entre otros pocos más que, en conjunto, no llegan ni a treinta personas.

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