miércoles, 12 de julio de 2017

Prólogo a la edición peruana de "Problemas actuales de Derecho Penal. Dogmática penal y perspectiva político-criminal" de Luis Alberto Pacheco Mandujano



El valor de  la argumentación y la valentía del pensamiento
Breves reflexiones a modo de semblanza de
Luis Pacheco, penalista




Me une con Luis Alberto Pacheco Mandujano una firme amistad de más de una década. Lo conocí en Huancayo, su bella ciudad natal, con ocasión de haberse celebrado un Congreso Nacional de Derecho Penal que organizó la Universidad Los Andes (UPLA) el año 2007 a la que, paradójicamente, me invitó a participar como ponente extranjero, quizá porque mi amor al Perú me hacía ya entonces casi asimilado a nacional. Luis Alberto moderó una mesa de debate que siguió a mi ponencia sobre Derecho penal del enemigo, problemática entonces escasamente tratada en la doctrina. Al término de la misma hizo él algunas –breves pero elocuentes– apreciaciones laudatorias (que le agradecí muy de veras) y rápidamente entró en debate: me cuestionó mi planteamiento filosófico de partida, el concepto de persona (y, correlativamente, el de enemigo, noción antitética de aquél), el concepto de expectativa, la institución del rol social, la conceptuación del funcionalismo normativista. No estaba en desacuerdo frontal pero quería confrontarlo todo fina y decididamente con su hegelianismo de acuñación acentuadamente marxista. Yo vivía entonces en Bonn, y a la vera de Günther Jakobs, el gran maestro del funcionalismo normativo, asistía, me deleitaba y aprendía, semestre tras semestre, bebiendo directamente de las fuentes de la filosofía jurídico-penal moderna. No me amilané. Respondí a Luis Alberto con vehemencia juvenil, con contundencia dialéctica, la que él aceptó de buen grado. Y se entabló así, a decir de los oyentes, una discrepancia sugerente, un debate intenso, un diálogo que aun hoy perdura. Al día siguiente nos llevó a Eloísa Quintero (otra ponente extranjera –argentina ella– que, en aquel congreso peruano, también jugaba de local) y a mí a su clase de filosofía del Derecho en la UPLA. Repetimos o, mejor dicho, renovamos el diálogo y el debate, sin preparar nada, como las buenas conversaciones. El debate  fue precioso y lo recuerdo como una de las jornadas científicas más gratas de las que haya podido disfrutar nunca.

Desde entonces hasta ahora, en todo este tiempo, he sabido admirar en Luis Alberto Pacheco un conjunto de valores que él defiende con una independencia insobornable. Hemos coincidido en congresos y encuentros internacionales en Chile, en México, en España, inclusive en el propio Perú. También hemos colaborado en diversas publicaciones académicas especializadas, me ha cursado varias invitaciones desde la Escuela del Ministerio Público peruano, de la que fue su brillante director por varios años; el Ministerio de Justicia, donde destacó como un activo asesor jurídico del otrora viceministro de derechos humanos, el Dr. Ernesto Lechuga; y la Academia de la Magistratura, donde últimamente, desempeñando una asertiva y muy interesante labor de director académico, ha venido fungiendo también como fino y punzante entrevistador periodístico. Y por si esto fuera poco, siendo profesor de filosofía del Derecho, Derecho penal, Antropología Jurídica y Argumentación Jurídica en importantes universidades peruanas, se ha dado tiempo para impartir clases y ofrecer conferencias magistrales, fuera de su patria –descontando su paso por destacadas universidades de Ecuador, México y Venezuela– en la Universidad Andrés Bello de Chile, en la Universidad de Bonn, en Alemania, y en las Universidades de Granada y de Sevilla, en España, lugares donde ha sabido dejar recuerdos inolvidables.

Hemos hablado largas horas de Derecho y literatura, hemos recitado poetas de aquí y de ultramar hasta bien entregada la madrugada… y ya fuere que estuviéramos en Lima, Valparaíso, Andalucía o en Ciudad de México, también ha desplegado sus excelentes dotes de cantante en karaokes y reuniones varias, donde lo mismo deleitaba al selecto público con alguna balada de Nino Bravo que con una ranchera de José Alfredo Jiménez. Toda esa concurrencia simultánea de roles (sociales, profesionales y personales) no hace sino acentuar la rica y fructífera personalidad intelectual del Dr. Luis Alberto Pacheco. Todo lo hace y todo lo hace bien, lo cual constituye un ejemplo para quienes lo tenemos por amigo y también una contrariedad para quienes lo tienen por oponente.

Pero en esa plurifacética manifestación de la impronta personal y académica de Luis Alberto faltaba, hasta ahora, una obra de penalista. Ha descollado hasta ahora como un excelente filósofo y como un estupendo teórico del Derecho. Sus cualidades dialécticas, su sólida formación en el ámbito de la historia y su profundo conocimiento de la filosofía han impregnado sus aportes científicos hasta la fecha, todos ellos perfumados por un barroquismo literario tan característico y tan sugestivo. Pero por fin el Dr. Pacheco me ha hecho caso (París bien vale una misa) y ha pasado de la filosofía jurídica a la filosofía del Derecho penal y de ahí a la Política criminal y a la Dogmática penal. No se trataba, bien es verdad, de un cambio radical de sus sólidos planteamientos filosóficos y profesionales sino, más bien, del aterrizaje de sus reflexiones especulativas a concretos problemas normativos planteados en el seno del Derecho penal. De ese modo, los planteamientos filosóficos de Luis Alberto Pacheco se aplican ahora, merced a este libro, o lo que es lo mismo, gracias a sus Problemas actuales de Derecho penal. Dogmática penal y perspectiva político-criminal, a cuestiones tan fundamentales de la Política criminal y de la Dogmática penal como las estructuras óntico-ontológicas o lógico-materiales (de que hablara el Padre del finalismo penal, Hans Welzel), al error de prohibición culturalmente condicionado, pasando por el delito de violación, la teoría de la pena, el concepto de persona y el de enemigo, la pena de muerte o el delito de feminicidio.

No entraré a enjuiciar pormenorizadamente, uno por uno, cada fundamento, cada argumento ofrecido por el Dr. Pacheco Mandujano en este necesario libro. Sólo diré que, en esta obra, se completa y se perfecciona de manera cabal el valor de  la argumentación jurídica y la valentía del pensamiento de un jurista excepcional: Luis Alberto Pacheco irrumpe, de manera espectacular, en la Ciencia penal con el presente libro. De esta forma tan sugerente, recogiendo en un libro monográfico un puñado de excelentes aportes penales, se dificulta que los firmes postulados de Luis Pacheco lleguen a extraviarse en “el cielo de los conceptos jurídicos” que dijera Rudolf von Ihering o, para decirlo con palabras menos prosaicas y más poéticas: las del poeta sevillano Luis Cernuda, se evita que los inteligentes planteamientos de Luis Alberto Pacheco permanezcan “Allá, allá lejos; / Donde habite el olvido”.

Miguel Polaino-Orts
Viajando de Sevilla a Lima
a comienzos de noviembre de 2016