miércoles, 3 de agosto de 2016

Contestación a las "Reflexiones biyectivas teológico-jurídicas a favor de la pena de muerte" (*)

Por la Sra. Dra. Dña. Elena Núñez Castaño (**)




Señor Director, señoras y señores académicos, señoras y señores:

L
a primera impresión que tengo del trabajo que nos presenta el profesor Luis Alberto Pacheco Mandujano, es que me encanta cómo escribe; me recuerda mucho a un profesor mío del curso de filosofía que jugaba con las palabras y las ideas de una forma absolutamente maravillosa. Lo mismo hace el profesor Pacheco. Me parece fantástico el juego que hace.

Ahora bien, al margen de que este ensayo se encuentre magníficamente escrito y el recurso a argumentos religiosos e incluso literarios presente un enfoque magistral, supongo que sabrá bien el doctor Luis Pacheco que en absoluto comparto la idea que mantiene. Pero eso es lo bello de la sociedad del pensamiento, que podemos estar en las antípodas en algunos temas, y seguir siendo amigos.

Dicho esto, y sentado que no comparto ni siquiera la idea base, quisiera, de todos modos, formular algunas reflexiones que pueden servir en este caso.

En primer lugar, todos los que me conocen de cerca saben bien que religiosa no soy, pero tampoco puedo declararme atea, porque eso, como suele decir mi padre, significaría que, antes, tengo que creer en Dios para poder negarlo; me quedo en el mero agnosticismo por mi propia ignorancia al respecto. Sin embargo, de niña estudié la primaria en un colegio de monjas y tantos años después, semejante experiencia algo nos ha dejado. Por eso, no comparto la interpretación que hace Pacheco respecto a la frase “hacer bajar al Abismo” que él equipara con la muerte; yo, con mis cortos conocimientos sobre el tema, entiendo que esta expresión se refiere, más bien, a la muerte, pero entendida como muerte espiritual, esto es, la que conlleva la condenación eterna, la lejanía del seno de Dios, del Paraíso, la muerte del alma [de esa que ya hablaban los filósofos griegos, pero que era una esencia distinta de la física de nuestro cuerpo] y esa muerte del alma trae causa de una condena a la separación del seno de Dios y de los justos, quedando abandonada en la más profunda soledad que implica no contar con el amor, el perdón y el consuelo divino.

No creo, por tanto, que esto se pueda identificar con la muerte física, es decir, que el convencimiento de que determinados “pecadores” deban ser condenados al Abismo no justifica que haya que matarlos, o condenarlos a muerte, sino abandonarlos dejándolos separados del resto de la comunidad, sin amor, sin consuelo, es decir, la “muerte del alma” que nunca más verá a Dios.

Algo similar se me ocurre en relación con Jakobs. Creo que ni siquiera en sus momentos más radicales ha llegado éste a defender la pena de muerte como opción en el caso de los enemigos. De hecho, él ha hablado de inocuizar al delincuente, es decir, de impedir que pueda suponer nuevos peligros para la sociedad. Esta anulación o inocuización es social, no física, y si bien pudiera fundamentar la cadena perpetua [con una exacerbación de la prevención especial, convirtiéndola en casi el único fin de la pena], en mi opinión no puede sustentar la defensa de la pena de muerte.


Obviamente, en estas reflexiones que formulo a las interesantes ideas del profesor Pacheco no está ajena mi ideología y convicciones al respecto: creo firmemente en los fines de la pena, creo que es necesaria la retribución, la prevención general y la especial, pero creo que lo más necesario de todo es la reinserción. Porque como también se dice en la Biblia, aunque no sé bien dónde porque no la manejo igual de bien que el doctor Pacheco, “todo el mundo merece una segunda oportunidad”, incluso el peor de los pecadores o el peor de los criminales. Todo el mundo tiene derecho a poder arrepentirse, si quiere, y a dejar de estar en el Abismo o a ser inocuizado. Pero estas son reflexiones mías que obviamente no tienen por qué ser las correctas.

De todos modos, debo reconocer que no deja de sorprenderme la fina pluma que don Luis Alberto Pacheco utiliza para escribir, así como la capacidad tan impresionante que tiene de argumentar.

Desde la más absoluta discrepancia respecto de sus opiniones, y desde el más absoluto respeto a las mismas, sólo puedo felicitarle por su magnífica exposición y sus agudos [aunque para mí rechazables] argumentos.

He dicho.


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(*) Cfr. PACHECO MANDUJANO, Luis Alberto, "Reflexiones biyectivas teológico-jurídicas a favor de la pena de muerte", Discurso leído para la Sociedad Internacional de Intelectuales Sartreanos en Defensa de la Humanidad, en su recepción pública, en Lima, el día 10 de marzo de 2016.

(**)  Abogada. Profesora titular de Derecho penal en el Departamento de Derecho Penal y Procesal de la Facultad de Derecho de la Universidad de Sevilla, Campus Ramón y Cajal, Sevilla, Reino de España.