En septiembre de 2022, el súper telescopio espacial James Webb, descubrió una galaxia, la CEERS-1749, a la que el equipo de astrónomos liderado por Rohan Naidu del Centro de Astrofísica de Harvard y del Smithsonian, ha bautizado con el sugerente nombre de "Galaxia Candidata de Schrödinger". Se trata de una galaxia que podemos ver pero sin saber dónde está realmente, ya que ha sido identificada en dos lugares diferentes del universo, a la vez.
Me parece de todo punto de vista muy importante considerar que el problema de la comprensión del universo, de la gravedad y de su tejido espacio-temporal no radica en la realidad objetiva del universo, sino en la percepción humana que de todo ello tenemos.
Hoy sabemos, por ejemplo, que los colores no existen realmente, que lo único que existe es la luz y que es nuestro cerebro el que otorga a la luz la "definición colorífera" que advertimos en las cosas, de acuerdo a la interpretación sináptica que le corresponde a determinados movimientos cuánticos del fenómeno luz. Y como en el caso de ésta, también hemos logrado entender que aquello a lo que llamamos "dureza de la piedra", "frío del hielo" y, entre cientos de cosas más, el "pasar del tiempo de atrás hacia adelante", no son la dureza ni el frío ni tampoco el paso del tiempo. Todo ello no es sino sólo la forma como el cerebro humano entiende y le da sentido al mundo. Bertrand Russell le llamó realismo ingenuo. Lo mismo sucede con la ley de la causalidad.
Todo esto lo demostré con mi hipótesis de la ceguera humana contenida en mi libro Sofía y Teodoro: Diálogo en torno a la demostración lógica y ontológica de la existencia de Dios del año 2003, publicado en 2007. Años más tarde, en 2010, el profesor Stephen W. Hawking, juntamente con el célebre físico teórico Leonard Mlodinov, ratificaron la validez de mi hipótesis en su libro El Gran Diseño, de lo que di cuenta a través de mi Quodlibetum VI titulado Sobre la ceguera del animal humano y el modelo mental de las cosas. Un breve relato de experiencia personal entre la política y la academia escrito y publicado en España en el otoño de 2011.
Los físicos deberían, por tanto, considerar juzgar la validez de las teorías cosmológicas por la consistencia lógico-matemática de las mismas y no en virtud de lo que resulta "lógico" para el imperfecto cerebro humano. Esta variable, como otras tantas, nos pueden conducir a la formulación de equívocos que nos obligan a posicionar sin razón, santificándolos en nombre del realismo (ingenuo, sin embargo), prejuicios sensoriales por sobre encima de la antedicha consistencia lógico-matemática de la ciencia.
Ya pasó con la Mecánica Cuántica que nos ha mostrado un mundo "ilógico", "imposible". Y pasó mucho antes con la hipótesis de G. Lamaître que fue rechazada por "absurda" y que, no obstante, fue retomada años más tarde, ¡y con razón!, en los '60, por los jóvenes audaces S. W. Hawking y R. Penroe, cuyas propuestas de explicación teórica de los agujeros negros fueron ratificadas con el descubrimiento de la Radiación cósmica de fondo de microondas (CMB) realizado por R. Dicke y Y. Zel'dovich, primero, a inicios de los años '60, y por A. Penzias y R. W. Wilson, poco después, en 1965. Con –y por–ellos, tomando como punto de partida los descubrimientos de Lamaître, fue formulada la teoría inflacionista del big-bang, ampliamente aceptada hoy por la comunidad científica. Aprendamos, pues, de nuestros errores y centremos aleccionadamente los estudios que se están realizando.
El telescopio espacial James Webb nos está mostrando el universo como nunca antes lo vimos. Se vienen meses y años fascinantes para la ciencia cosmológica. Allí es que, generalmente, me refugio muchas veces para huir del caótico y oscuro panorama que vivimos en el Perú.
Prof. Dr. H. c. Múlt. Luis Alberto Pacheco Mandujano, Mg. Sc.
Lima, fines del invierno de 2022.
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