El "Panorama" de la amoralidad periodística
Para comprender mejor el análisis que sigue a continuación, sugiero que primero se vea –eso sí, con precaución y cinco gravoles de por medio– el “reportaje” de marras (https://youtu.be/YMOKaKfMDjc?s=wP9kGm-qFMoGBKCt) y, después, proceda a leer lo que viene líneas abajo.
Primero: Grandilocuencia en la presentación
No quiero decir que el monto de dinero afectado no sea elevado ni importante. Lo que estoy precisando –repito– es que ese monto no es “millonario” en puridad semántico-terminológica. ¿Por qué, sin embargo, se recurre al uso de una nominación impropia? Pues, por pura grandilocuencia comunicacional.
La grandilocuencia con la que el ejecutor mediático presenta su reportaje sirve a una única finalidad: él quiere crear un escándalo sensacionalista. A ese sicario del periodismo no le resulta importante presentar la verdad; lo que le importa es crear un escándalo con amplificador.
Segundo: Confusionismo jurídico
El ejecutor mediático del brulote reportaje habla de “el más grande robo de la historia en el Poder Judicial”. Sin embargo, de acuerdo a su propia (des)información, el caso trata, en estricto, de un hurto sistemático y no de un robo. Una y otra cosa no son iguales. Hay, entre ellas, una gran diferencia.
El robo es un delito en el que, para despojarle de sus bienes, se pone en riesgo la vida y la integridad de las personas a quienes se ataca con, por ejemplo, el uso de la violencia física e, incluso, hasta con armas de fuego o punzocortantes. Y esto no es lo que habría sucedido en el caso que nos presenta el autor del “reportaje”, el cual, más bien, correspondería al de un hurto agravado por su carácter sistemático.
Evidentemente, al sicario periodístico que perpetró este reportaje —una vez más— no le interesaba presentar la verdad; lo que le importaba era crear un escándalo con amplificador terminológico, ya que la palabra “robo” siempre sonará (e impactará) mucho más que el término “hurto”. He aquí un clarísimo ejemplo de cómo es que ya no sólo no se cumple, sino que —peor aún— se viola abiertamente el párrafo final del artículo 14° de la Constitución Política del Perú (“Los medios de comunicación social deben colaborar en la educación y en la formación moral y cultural de la Nación”).
Tercero: Incompletitud del “reportaje”
El sicario periodístico creador del reportaje, a pesar de responsabilizar de manera directa al expresidente del Poder Judicial, el Dr. Javier Arévalo, por el hurto sistemático de procesadores de computadoras que se habría cometido durante su gestión, no buscó a su “imputado” para entrevistarle y pedirle que explique si realmente él tenía conocimiento de los hechos objeto de la “investigación periodística” y, si estando enterado de esta penosa situación, qué medidas tomó al respecto.
Por otro lado, es importante precisar que el esbirro periodístico tampoco explicó en su bulo que esas computadoras no las compró el Poder Judicial, sino el Banco Mundial a través del Proyecto de Mejoramiento de los Servicios de Justicia (PMSAJ) para la consolidación del Expediente Judicial Electrónico No Penal (EJE).
Sépase aquí que el PMSAJ no depende del Poder Judicial, sino del Ministerio de Justicia y que esa dependencia licitó y compró las computadoras afectadas y las entregó al Poder Judicial, en cajas selladas, a través de su Oficina de Coordinación de Proyectos (OCP). De manera que, si hubo el hurto sistemático del que se (des)informa, éste tendría que haber sido ejecutado, o bien en el PMSAJ o bien en la OCP.
En todo caso, el encargo sicarial (“reportaje”) fue presentado, a propósito, de manera incompleta, pues la única evidente intención era atacar al Dr. Arévalo.
Una vez más, queda evidenciado que al mercenario periodístico que preparó y presentó esta (des)información no le interesó en absoluto descubrir la verdad; lo único que le interesaba era crear un escándalo con amplificador. ¿Cuánto costó ese encargo?
Cuarto: Sensacionalismo e intriga
El peón del sicariato mediático que funge de periodista, presentó su reportaje tras crear un ambiente recargado de datos que no sirven en absoluto para noticiar el objeto del informe: el hurto sistemático de procesadores de computadoras.
Tales datos son:
1) Presentación de cámaras de seguridad que “no captaron” el hurto, comentario que constituye una manifiesta estupidez, puesto que, si alguien va a hurtar bienes en el interior de un edificio público lleno de cámaras, obviamente que no lo va a hacer frente a ellas. De manera que hablar aquí de las cámaras de seguridad, de la forma como se hizo en este “reportaje”, deviene dato-comentario impertinente.
Sin embargo, al espetar que “las cámaras de seguridad (¡tantas cámaras de seguridad!) no captaron el hurto”, ya quedaba plantada la intriga en el subconsciente del televidente. ¡Ese era el objetivo de semejante comentario: plantar la intriga en el subconsciente del televidente!
2) El ejecutor mediático recurrió a la vieja treta de realizar el “show de valentía” al entrar al edificio a grabar, sabiendo él, de antemano, que al proceder así, el personal de seguridad iba a reaccionar inmediatamente ante dicha acción. De esta manera, nótese que al actuar así, el “periodista” por encargo quería crear la imagen reactiva de un personal de seguridad que, siendo bastante activo en su trabajo, “¿no vio el ‘robo’ que se ejecutaba ante sus narices?”. Con esta técnica, el periodista de alquiler pretendió insuflar la intriga que ya había plantado en el subconsciente del televidente, llevándola ahora al extremo.
3) El sicario mediático llegó a presentar ante cámaras la imagen de un bus de la PNP que —suertudo él— encontró parado en la puerta del edificio de la OCP y, llevando la intriga a un nivel maximizante, sumó a lo anterior el “hecho” de que en su “reportaje” se hablaba nada más y nada menos que del Poder Judicial, es decir, “de una de las instituciones más seguras del país”. Y, aun así, fue allí donde se perpetró el hurto sistemático.
Con esta imagen caída del cielo, el bribón quiso recrear en la mente ya infectada de intriga que había plantado en el subconsciente de los televidentes, la imagen de “ladrones avezados” que “se atrevieron a ‘robar’ estando allí, en el frontis de una de las instituciones más seguras del país, la policía”.
¡Ja! Como si, en el caso de que “el robo” hubiese sido realizado en ese edificio, hubiese sido cometido delante de la policía. El sicario periodístico nos toma aquí por idiotas.
Otra vez, quedó puesto de manifiesto que al mesnadero periodístico que preparó y presentó esta (des)información no le interesaba en absoluto descubrir la verdad; lo que le interesaba era crear un escándalo con amplificador, tras haber colocado al televidente en un ambiente sensacionalista que sirvió reforzar la intriga que, previamente, había sido plantada en su subconsciente, potenciando así el efecto del escándalo.
Quinto: Histrionismo
En su francamente asqueroso “trabajo periodístico”, el ejecutor mediático de este “reportaje” no cumplió en absoluto su papel de periodista. En realidad, fungió de actor.
En efecto, el sicario periodístico, inyectando más intriga consolidante del sensacionalismo que ya creó con todo lo antedicho, narró su cuento con voz agitada, casi horrorificada, apuntada con glosa y cadencia, completando así el cuadro amarillista de su pútrido producto televisivo.
Este pelmazo bracero no se presentaba aquí, pues, como un auténtico periodista profesional. Irrumpió como un actor de telenovela radial que no sirve para levantar información verdadera, sino para ejecutar encargos rentados, sobre todo, aquellos en los que se crea el escándalo con ruidoso amplificador y sobreactuación del papel mediático.
Sexto: Mendacidad investigativa
El gañán periodístico ofreció en su “reportaje” un dato con el que le dio inicio, aunque no le diera después continuidad ni finalización, no porque no quisiera, sino porque, para ser honestos, no podría haberlo demostrarlo: la existencia de una organización criminal infiltrada en el Poder Judicial.
El peón de esta clase de periodismo ofreció algo muy grande, a la par que intrigante y sensacionalista. Y, sin embargo, como suele suceder con todo aquello que es intrigante y sensacionalista, no demostró siquiera un indicio de su existencia: en este caso, no demostró algún indicio o señal de la existencia de la “organización criminal” de la que aseguró que se había “infiltrado” en el Poder Judicial.
Este resultado (des)informativo es sencillo de enteder: el “periodista” no elaboró el “reportaje” como un verdadero periodista. Se comportó como el truhan que ejecutaba un encargo rentado. En este caso, el encargo era desprestigiar y lapidar al Dr. Javier Arévalo y, para tal efecto, creó una potente mentira: una organización criminal infiltrada en el Poder Judicial.
Y es que, claro, después de haber plantado la intriga en el subconsciente del televidente, el canalla periodístico no necesitaba probar la existencia de la “organización criminal infiltrada en el Poder Judicial”. De ello se encargaría la imaginación infectada con las dudas, la intriga y el sensacionalismo creados por el “periodista” infeliz, para quien la mendacidad es su divisa y la verdad le resulta una nadería. En todo caso, para él, como para muchísimos de sus colegas, la verdad no es sino el producto final que se presenta en televisión tras moldear a conveniencia los hechos que ellos tratan como si fuesen dócil arcilla. Es la práctica común de estos “profesionales”. ¿Es esto lo que las facultades de comunicación y de periodismo forman en las universidades?
Séptimo: Ordinariez fraseoclasista
La presentadora del “reportaje”, repitiendo las inepcias de su sicario periodístico, con vocinglero y cáustico tono, hablaba en su presentación de una “mafia criminal infiltrada en el Poder Judicial”. ¿“Mafia criminal”? ¿Y se podría saber cuál es la mafia que no es criminal y que obligue al narrador de la historia a diferenciarla de la que sí lo es para que ésta se llame “mafia criminal” y aquélla no?
¡Obviamente ninguna, pues! ¡Toda mafia es criminal! ¡Animales!
Qué manera tan ordinaria de ostentar, ¡y con orgullo!, el fraseoclasismo que en los últimos años deviene innato al periodismo contemporáneo.
¡Ah, sí! Porque el día de hoy, para ser periodista, no hay que dominar la pluma, es decir, no existe necesidad de conocer ni dominar el verbo, la palabra, el discurso, en fin de cuentas, el lógos. ¡No! Para esta generación de “periodistas” basta hablar como se piensa. Y como se piensa poco, a veces casi nada, la pobreza sináptica se refleja en el lenguaje maltrecho, retaceado, hecho jirones, de esta horda de “periodistas”.
Si, como explicaba muy bien Wittgenstein en su celebérrimo “Tractatus”, el lenguaje es el reflejo del pensamiento y, a su vez, el pensamiento es el resultado de complejos procesos estructurales que se organizan en el acto de la reflexión; resulta lógico deducir que, con el lenguaje que caracteriza a estos ejemplares contemporáneos del “periodismo”, se advierte la pobredumbre de pensamiento y la miserable mendacidad de sus consciencias. De allí su fraseoclasismo, pero de allí también la amoral posibilidad de ofrecerse en venta al mejor pagador.
Octavo: ¿Quién y qué se encuentra detrás de este encargo sicarial?
La corta, pero necesaria y martillera presencia de la sra. Susana Silva Hasembank en el reportaje, nos da la pista para responder a la pregunta.
Actualmente, doña Susana Silva se desempeña como asesora principal, Jefa del Gabinete de Asesores y Secretaria General de Janet Tello Ghilardi, la nueva Presidente caviar del Poder Judicial, personaje vinculada al lagartocaviarismo, a la par que defensora a ultranza de la ideología de género y de la Agenda 2030.
La presencia de esta mujer (Susana Silva) en el reportaje, caracterizado éste por todas las sesgadas perlas que, señaladas arriba, lo adornan, nos revela que Janet Tello arremete vengativamente contra Javier Arévalo, juez marcadamente anticaviar, a quien necesita desacreditar para deslegitimar y destruir todo lo que él hizo durante su gestión 2023-2024.
Al mismo tiempo, se hace evidente la venganza que ejecuta el Lagarto, a través de su delfín Silva Hasembank, contra aquellos que, como Javier Arévalo, le cerraron las puertas del poder absoluto dentro del Poder Judicial.
Es evidente que Vizcarra, por intermedio de su alfil colocado como pieza clave dentro del cogollo del poder en el Poder Judicial, va a tener un significativo protagonismo en esta coyuntura, justamente en momentos en los que, casi hundido, es juzgado por los casos Lomas de Ilo y el Hospital de Moquegua.
En cualquier caso, que no se pierda de vista cómo es que sigue operando la prensa sicaria y cómo existen “periodistas” como el cipayo que presenta el “reportaje” sub examine, dispuestos a realizar cualquier cosa con tal de ganarse el pan.
Mequetrefes como estos no pueden ya vender su alma al diablo, pues no son más sus dueños. Carecen de alma. Y aunque ¡pobre de ellos!, son, sin embargo, un asco. ¡Un asco absoluto!