“La metafísica sucumbirá para siempre frente a la acción del
materialismo, que coincide con el humanismo”.
Karl
Marx, La sagrada familia[1]
En efecto, según los más avanzados zoo-oclócratas
representantes de ese estulto movimiento ideológico, todos ellos arremolinados
siempre en torno a diversas ONG envidiablemente financiadas por gestores internacionales
del holocausto cultural y del establecimiento del neo-obscurantismo que se
cierne sobre la humanidad, como, v. gr.,
el Institut Gomà de Barcelona, haciendo una –innecesaria, por inexistente–
diferencia entre sexo y género, dicen que “mientras
que el término sexo hace referencia a la condición de nacer hombre o mujer, el
género constituye una construcción cultural, y por lo tanto un aspecto
modificable, a través del cual se transmiten las creencias y valores sociales
vinculados con ser hombre o mujer, es decir, se describe y ejemplifica lo
masculino y femenino en forma de estereotipos, mensajes y creencias que
interiorizamos a lo largo del proceso de socialización”. Dicho en otras
palabras, el género vendría a ser una cualidad personal e ideal determinada por
la influencia cultural que se ejerce, dominante y en función de estereotipos,
sobre los seres humanos, limitando su libertad; empero, ni bien éstos decidan ingerir la píldora roja, se abrirán paso a la verdad, verdad según la cual el género
no es lo que la cultura les ha dicho que aquél es, sino lo que las personas emancipadas de las cadenas de opresión
superestructural determinen individualmente lo que el género es para-ellas, autodeterminación que
constituye el culmen de la libertad. En una palabra, la realidad natural es
nada, el pensamiento subjetivo –que define (construye) la realidad– lo es todo.
La violenta irrupción[4]
de esta cuestionable forma de concebir al ser humano no es, sin embargo, nueva.
Desde el punto de vista de fondo, es decir, desde la perspectiva del análisis
de las estructuras teóricas que soportan el mamotreto discursivo que los
adeptos de la ideología de género transmiten, los toscos adobes que conforman
sus rústicas construcciones especulativas devienen verdaderamente provectas. Lo
único novedoso aquí tiene que ver con las jerigonzas pomposas, impertérritas y altisonantes[5]
que se suelen usar en los discursos monocordes que pronuncian, de memoria y sin
pensamiento reflexivo, los epígonos y cofrades de esas torpes sectas
ideológicas para referirse a asuntos político-sociales que, más bien, podrían
ser descritos con palabras mucho más adecuadas si realmente se refiriesen a
cosas verdaderamente existentes y no a objetos oníricos. Sobre semejante
engañifa teórica, la bienquista criminóloga peruana Rosa Mavila León, maestra de múltiples generaciones
de juristas, dice con razón que se trata de “vino
viejo en odre nuevo”. Por tanto, nihil
novum sub sole.
En efecto, nada nuevo se dice ni se encuentra en las argumentaciones
de los predicadores de esta estupidez ideológica que se ha venido diseminando como
pandemia desde, aproximadamente, el año 2012, puesto que al reducir la realidad
toda (biología, sociedad, cultura) a la concepción puramente personal y
convenida de los individuos que construyen
o definen la realidad conforme a sus intereses, se nos invita a espectar la resurrección del viejo idealismo subjetivo
de Berkeley, Hume y Mach, filósofos para quienes, en
común, la realidad concreta no puede ser considerada sino como el resultado de
una abstracción mental, de lo que se deduce, finalmente, que todo conocimiento
del mundo se obtiene a través de la percepción individual.
Además de constituir ésta una argumentación refutada por la
realidad de los hechos[6]
y por los avances de la ciencia, semejante argado incurre en una ineludible y
nefasta consecuencia filosófica: el solipsismo, ese agujero negro del que no
escapa su propio creador, el idealismo subjetivo, y que revela el carácter
autofagocitante y autodestructivo de sí mismo. Metafóricamente hablando, esta
necia concepción de la realidad se dispara a los pies.
Consolidado ese momento de autoengaño al que se le ha
bautizado con el eufemismo de transición,
el alucinado busca inmediatamente después que la comunidad entera también crea,
como lo hace él consigo mismo, ese engaño. Que todos asuman como verdadero lo
que manifiestamente no es. ―¡Yo soy yo, tal
como me percibo! ―dirá el creyente de su propio fraude, pretendiendo
parafrasear, aunque muy mal, a Ortega y
Gasset. Empero, como es natural, la comunidad, ora desde su
silencio lastimero ora a través de su voz directa y firme, no aceptará sino la
realidad tal cual ella es porque res est et non potest aliter se habere.[7]
Y entonces sucederá que el individuo timado por sí
mismo, sufriente y desgarrado por su imposibilidad de hacer ver a los otros lo que él
ve, y en su afán de imponer y hacer valer su ficción sobre el resto, negará
a cualquier precio a quien le niegue su fantasía, culpándole primero de intolerante, acusándole después de odiador y terminando, finalmente, por organizarse
en grupos de presión que buscan anular socialmente a sus naturales detractores,
esto es, a la gente sensata, recurriendo al uso de los mecanismos de
persecución del ius puniendi estatal,
lo que supone la legalización previa de los conceptos centrales de la ideología[8]
y de su programa político de acción,[9]
implementando normas jurídicas creadas estrictamente para cambiar la sociedad
en su favor,[10] programa
de alcance nacional e internacional.[11]
Estas prácticas que se expresan desde las más simples,
pasando por los retorcidos y provocadores bochinches públicos a los cuales hoy
llaman “marchas del orgullo”, hasta
llegar al uso ilegítimo, pero ya legal, de los institutos del Estado en su
favor, revelan el feroz, desesperado, necesario e inquietante afán de adecuar,
a cualquier costo, la realidad concreta al pensamiento, dejando traslucir así,
de esta manera, su renegado y patético solipsismo: ―¡Al diablo con todo y con todos los que se oponen a mí! ¡Nada más que
yo soy real y sólo importa lo que yo piense sobre mí! ―dirán, rabiosamente encendidos,
los ardorosos defensores de esta ideología. Esto es solipsismo puro. ¡Aleluya,
aleluya! ¡Berkeley, Hume y Mach han resucitado!
Mas, empero, a pesar de la resurrección de Berkeley, Hume y Mach, lamentablemente para los acólitos
de la dislocación y de la tergiversación, por más gritos que lancen al cielo,
por más injurias que esparzan al aire, por más organizados que se encuentren,
por más que hayan logrado infiltrarse exitosamente en el aparato estatal, en
una palabra, hagan lo que hagan, la cosa no será jamás como ellos quisieran que
fuera, pues el asunto es al revés: no es la realidad la que se adecua al
pensamiento; es el pensamiento el que se conforma a la realidad.
Pero así como la enfermedad consiste en negar
empecinadamente la sanidad, es de la misma manera que la estrafalaria cosmovisión de la ideología de género se
encapricha en negar la rectitud del pensamiento y la realidad de los hechos.
Es, pues, esta ideología una enfermedad, una infección desbordante de pus, que,
al alimón, hacese acompañar, además, para terminar de completar su deformada
imagen, de una cuasimoda teoría del lenguaje
que tiene como antecedente –aunque, para variar, también deformándolo– al
pensamiento neopositivista de Wittgenstein,
cuyo apotegma descrito en la proposición 5.6 de su Tractatus, “los límites de mi
lenguaje significan los límites de mi mundo”,[12]
llevan los partidarios de la ideología de género al extremo imposible para
justificar la percepción
(construcción) de la realidad.
Con una infectante dosis de desfiguración teórica, entienden erróneamente que el lenguaje
puede visibilizar o invisibilizar la realidad, pues ésta es
consecuencia de una construcción social que puede ser descrita de manera total
o parcial por el lenguaje que canaliza tal construcción porque “una proposición es un modelo de la realidad
tal como nos la imaginamos”.[13]
Semejante comprensión
de la realidad deviene falsa, pues, como lo precisáramos en otro lugar, con
línea epistemológica:
“El lenguaje materializa el pensamiento,
sin lugar a dudas; pero el pensamiento, a su vez, ha sido formado, definido,
consolidado y estructurado, asimismo, de manera significativa por las
innumerables formas de relación social actuantes entre los hombres, como
también gracias a la relación de éstos con el mundo que los contiene y rodea,
en el activo proceso de transformación de la naturaleza operado a través del
trabajo, donde la [re]acción del lenguaje define aquel cosmos y desempeña un
manifiesto papel en la formación de la cultura. Por lo mismo, resulta lógico
considerar… que en el lenguaje subyacen estructuras del pensamiento más o menos
complejas que, al mismo tiempo, son también más o menos sólidas y de contenidos
más o menos ricos o pobres, dependiendo de cada sujeto, grupo humano y del
entorno social que los condiciona, obviamente en el marco de un espacio y
tiempo determinados.”[14]
Además, por su cuestionable contenido de carácter anticientífico
resulta siendo una teoría manifiestamente absurda, descabellada, inadmisible de
ser aceptada como una teoría en la
dimensión epistemológica de la palabra y, por ende, imposible de ser digerida intelectualmente.
Es, en buena cuenta, una abominación, un esperpento en toda la extensión de la
palabra.
¿Qué es el género, entonces? Dos son las líneas generales de
significado de este término: la primera de ellas se orienta al taxón al que
pertenecen las diversas especies de seres vivos que comparten ciertos
caracteres, mientras que la segunda se erige como una categoría gramatical
inherente a los sustantivos y pronombres, codificada a través de la
concordancia en otras clases de palabras y que en pronombres y sustantivos
animados puede expresar sexo.[15]
En el primer caso, podríamos emplear como ejemplo el
siguiente: el hombre es un miembro del reino animal, del filum de los cordados,
del subfilum de los vertebrados, de la clase de los mamíferos, de la subclase
de los euterios, del grupo de los placentarios, del orden de los primates, del
suborden de los pitecoides, del infraorden de los catarrinos, de la familia de
los hominoides, de la subfamilia de los homínidos, del género homo y de la especie sapiens. Por su parte, será ejemplo
del segundo caso uno como el siguiente: “La
mesa está sucia”, escritura en la cual se aprecia una manifiesta y natural concordancia de género presente en la
relación que opera entre el artículo, el substantivo y el adjetivo que lo sucede.
Contrario sensu, no podría
escribirse, v. gr., así: “El mesa está sucio”, redacción en la
que resulta notorio el dislate gramatical por una clamorosa falta de
concordancia de género actuante en la escritura.
¡En esto consiste el género! El género no significa ninguno
de los gatazos que, trans-formados desde
sus orígenes como los propios cultores de la demente ideología que los sustenta,
quieren hacer pasar como conocimiento
y, encima, como conocimiento verdadero.
Prof. Luis Alberto Pacheco Mandujano
Magister iuris constitutionalis
Lima, enero de 2021
[1] Sic.
Marx, Carlos y Federico Engels, La sagrada familia. Título de la edición original en alemán: Die Heilige Familie. Versión al español
de Wenceslao Roces de la edición de MEGA: Marx-Engels Gesamtausgabe, Berlín,
1932. D. R. © sobre la versión española por Editorial Grijalbo, S. A., México
D. F., México, 1958, páginas 191-192.
[2] Ideología que, así como la conducta de sus
fomentadores que se oculta en las medias tintas de sus jerigonzas, se agazapa
en un eufemismo esparcido virulentamente en todo el Estado: “enfoque de
género”.
[3] En un artículo publicado por la ONG peruana
Promsex, se hace público este objetivo, como si de un avance de la “evolución
social” se tratara. El cinismo y la sinvergüencería de estas personas dicen al
respecto que “en el campo de la
sexualidad, el enfoque de género ha
permitido desnaturalizar la heterosexualidad como la única forma de afecto
y relación amorosa”. A confesión de parte, relevo de pruebas. Al respecto, cfr: https://promsex.org/columnistas/significa-la-ideologia-genero/,
consultada el 23 de enero de 2021.
Uno de los más importantes
financistas de Promsex es la multinacional Planned Parenthood Federation of
America (PPFA), organismo norteamericano
que defiende la despenalización del aborto para, sobre esa base, implementar su
política de negocios abortista consistente en instalar clínicas bien equipadas
destinadas de manera exclusiva a la práctica del aborto. Las ganancias que, en
la práctica, resultan de esa defensa del “derecho a decidir de las mujeres”, no
sólo se reducen a las ganancias obtenidas por los “servicios médicos”
abortistas; van más allá. Planned Parenthood trafica con órganos de bebés
abortados en sus instalaciones tal como fue dado a conocer en 2015 por el Center
for Medical Progress a través de varios vídeos conteniendo declaraciones
reveladoras de los médicos y funcionarios de PPFA (vid., v. gr., https://www.youtube.com/watch?v=uLXngNLqTV4&feature=youtu.be,
consultada el 23 de enero de 2021).
Según informe de la Agencia
Peruana de Cooperación Internacional (APCI), entre Planned Parenthood
Federation of America y su matriz, la International Planned Parenthood
Federation (IPPF), financiaron a Promsex con más de 648,000 dólares (579,554
euros) en proyectos ejecutados durante 2015. Al respecto, cfr. https://www.actuall.com/vida/promsex-en-peru-recibio-mas-de-medio-millon-de-dolares-de-planned-parenthood-en-2015/#:~:text=Nuevos%20reportes%20de%20la%20Agencia,d%C3%B3lares%20en%20el%20%C3%BAltimo%20a%C3%B1o.
(web consultada el 23 de enero de 2021).
He aquí el origen de una parte
de los fondos con los cuales Promsex, a la par que promueve la
desnaturalización de lo natural e invierte con su bazofia intelectual lo recto,
defiende el asesinato de seres humanos no natos, asesinato que oculta tras el
eufemismo de “interrupción voluntaria del embarazo”.
[4] Por la forma como se viene imponiendo un novus ordo seclorum mundial, a fuerza de
legalización de esta sandia ideología introducida en los aparatos estatales
tras varios años de una exitosa operación política de infiltración cultural, lo
cual se puede apreciar con patética claridad en Argentina, Chile o Canadá,
entre otros países más del orbe.
[5] V. gr.,
enfoque de género, heteropatriarcado, lenguaje inclusivo, violencia simbólica,
etc.
[6] Sabido es que, para desmentir el núcleo
central de la filosofía idealista subjetiva de Berkeley,
el poeta, ensayista, biógrafo y lexicógrafo inglés Samuel Johnson le propinó una patada a una
roca exclamando “¡La refuto así!”.
[7] Sic. Aristóteles, Organon, Segundos Analíticos, I.
[8] Cfr.
v. gr., Ley N° 30364, en cuyo artículo 3°,
inciso 1., se aprecia la legalización de la ideología de género, encubierta
bajo el eufemismo de “Enfoque de género”,
del cual se predica que se trata de “Reconoce
la existencia de circunstancias asimétricas en la relación entre hombres y
mujeres, construidas sobre la base de las diferencias de género que se
constituyen en una de las causas principales de la violencia hacia las mujeres.
Este enfoque debe orientar el diseño de las estrategias de intervención
orientadas al logro de la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres”.
[9] En el párrafo quinto de la Presentación que
se encuentra en el ítem I. (Antecedentes) de la Política Nacional de Igualdad
de Género aprobada mediante Decreto Supremo N° 008-2019-MIMP, se encuentra una
de estas clásicas definiciones deformadoras del término “género”. Se lee en
dicho documento lo siguiente: “La
Política Nacional de Igualdad de Género, según la Recomendación General N° 28
del Comité CEDAW (2010), conceptualiza el término género como las identidades,
las funciones y los atributos construidos socialmente de la
mujer y el hombre, así como al
significado social y cultural que la sociedad atribuye a esas diferencias
biológicas, situación que da lugar a relaciones jerárquicas entre
hombres y mujeres en las que se
distribuyen facultades y derechos en
favor del hombre y en menoscabo de la mujer” (sic. Diario Oficial El Peruano,
Política Nacional de Igualdad de Género –
Decreto Supremo N° 008-2019-MIMP. Separata Especial de Normas Legales.
Lima, 4 de abril de 2019, página 6). La misma estolidez se repite, ad pedem litterae, en el Glosario de Términos que se encuentra en
la página 44 del documento de marras. En este mismo retorcido Glosario, se “define” el concepto Identidad de Género como “la vivencia interna e
individual del
género, la cual podría corresponder o no
con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal
del cuerpo (que podría involucrar la modificación de la apariencia o la función
corporal a través de medios médicos, quirúrgicos o de otra índole, siempre que la misma sea
libremente escogida) y otras expresiones de género, incluyendo la vestimenta, el modo de hablar y los modales”
(sic. ídem).
[10] Ajustadas a la nociva y peligrosa
implementación y concreción internacional de la llamada “Agenda al 2030” de la
ONU.
[11] Cfr.
ONU Mujeres, Glosario de Igualdad de Género, en: https://trainingcentre.unwomen.org/mod/glossary/print.php?id=150&mode=letter&hook=ALL&sortkey=&sortorder=asc&offset=-10,
consultada el 25 de enero de 2021. En esta web, se encuentra una jocosa
“definición” de la idea de Identidad de
Género, según la cual: “La identidad
de género se refiere a la experiencia de género innata, profundamente interna e
individual de una persona, que puede o no corresponder con la fisiología de la
persona o su sexo al nacer. Incluye tanto el sentir personal del cuerpo, que
puede implicar, si así lo decide, la modificación de la apariencia o función
física por medios quirúrgicos, médicos u otros, así como otras expresiones de
género que incluyen la vestimenta, la forma de hablar y los gestos”.
[12] Sic.
Wittgenstein, Ludwig, Tractatus lógico-philosophicus.
Traducción, introducción y notas de Luis M. Valdés Villanueva. Editorial
Tecnos, tercera edición, Madrid, 2008, página 234.
[13] Ibídem,
§ 4.01, página 147.
[14] Sic.
Pacheco Mandujano, Luis Alberto, “Quodlibetum IX. Breves consideraciones
sobre la relación existente entre lenguaje y Derecho”, en: Díaz Revorio, Francisco Javier y María
Elena Rebato Peño (Directores), La justicia constitucional en Iberoamérica:
Una perspectiva comparada”. Editorial Ubijus, Ciudad de México, 2016,
página 102.
[15] Cfr.
Real Academia Española, Diccionario de la lengua española, tomo
X, 22ª edición Q. W. Editores S. A. C., Lima, 2005, página 765.