El valor de
la argumentación y la valentía del pensamiento
Breves
reflexiones a modo de semblanza de
Luis Pacheco, penalista
Me une con Luis Alberto Pacheco Mandujano una firme amistad de
más de una década. Lo conocí en Huancayo, su bella ciudad natal, con ocasión de
haberse celebrado un Congreso Nacional de Derecho Penal que organizó la Universidad
Los Andes (UPLA) el año 2007 a la que, paradójicamente, me invitó a participar
como ponente extranjero, quizá porque mi amor al Perú me hacía ya entonces casi
asimilado a nacional. Luis Alberto moderó una mesa de debate que siguió a mi
ponencia sobre Derecho penal del enemigo, problemática entonces escasamente
tratada en la doctrina. Al término de la misma hizo él algunas –breves pero
elocuentes– apreciaciones laudatorias (que le agradecí muy de veras) y rápidamente
entró en debate: me cuestionó mi planteamiento filosófico de partida, el
concepto de persona (y, correlativamente, el de enemigo, noción antitética de
aquél), el concepto de expectativa, la institución del rol social, la
conceptuación del funcionalismo normativista. No estaba en desacuerdo frontal
pero quería confrontarlo todo fina y decididamente con su hegelianismo de
acuñación acentuadamente marxista. Yo vivía entonces en Bonn, y a la vera de
Günther Jakobs, el gran maestro
del funcionalismo normativo, asistía, me deleitaba y aprendía, semestre tras
semestre, bebiendo directamente de las fuentes de la filosofía jurídico-penal
moderna. No me amilané. Respondí a Luis Alberto con vehemencia juvenil, con contundencia
dialéctica, la que él aceptó de buen grado. Y se entabló así, a decir de los
oyentes, una discrepancia sugerente, un debate intenso, un diálogo que aun hoy
perdura. Al día siguiente nos llevó a Eloísa Quintero
(otra ponente extranjera –argentina ella– que, en aquel congreso peruano,
también jugaba de local) y a mí a su
clase de filosofía del Derecho en la UPLA. Repetimos o, mejor dicho, renovamos
el diálogo y el debate, sin preparar nada, como las buenas conversaciones. El debate fue precioso y lo recuerdo como una de las
jornadas científicas más gratas de las que haya podido disfrutar nunca.
Desde entonces hasta ahora, en todo este
tiempo, he sabido admirar en Luis Alberto Pacheco
un conjunto de valores que él defiende con una independencia insobornable.
Hemos coincidido en congresos y encuentros internacionales en Chile, en México,
en España, inclusive en el propio Perú. También hemos colaborado en diversas
publicaciones académicas especializadas, me ha cursado varias invitaciones
desde la Escuela del Ministerio Público peruano, de la que fue su brillante
director por varios años; el Ministerio de Justicia, donde destacó como un activo
asesor jurídico del otrora viceministro de derechos humanos, el Dr. Ernesto Lechuga; y la Academia de la
Magistratura, donde últimamente, desempeñando una asertiva y muy interesante
labor de director académico, ha venido fungiendo también como fino y punzante
entrevistador periodístico. Y por si esto fuera poco, siendo profesor de
filosofía del Derecho, Derecho penal, Antropología Jurídica y Argumentación Jurídica
en importantes universidades peruanas, se ha dado tiempo para impartir clases y
ofrecer conferencias magistrales, fuera de su patria –descontando su paso por destacadas
universidades de Ecuador, México y Venezuela– en la Universidad Andrés Bello de
Chile, en la Universidad de Bonn, en Alemania, y en las Universidades de
Granada y de Sevilla, en España, lugares donde ha sabido dejar recuerdos
inolvidables.
Hemos hablado largas horas de Derecho y literatura,
hemos recitado poetas de aquí y de ultramar hasta bien entregada la madrugada…
y ya fuere que estuviéramos en Lima, Valparaíso, Andalucía o en Ciudad de México,
también ha desplegado sus excelentes dotes de cantante en karaokes y reuniones varias, donde lo mismo deleitaba al selecto
público con alguna balada de Nino Bravo
que con una ranchera de José Alfredo Jiménez.
Toda esa concurrencia simultánea de roles (sociales, profesionales y
personales) no hace sino acentuar la rica y fructífera personalidad intelectual
del Dr. Luis Alberto Pacheco. Todo
lo hace y todo lo hace bien, lo cual constituye un ejemplo para quienes lo
tenemos por amigo y también una contrariedad para quienes lo tienen por oponente.
Pero en esa plurifacética manifestación
de la impronta personal y académica de Luis Alberto faltaba, hasta ahora, una
obra de penalista. Ha descollado hasta ahora como un excelente filósofo y como
un estupendo teórico del Derecho. Sus cualidades dialécticas, su sólida
formación en el ámbito de la historia y su profundo conocimiento de la filosofía
han impregnado sus aportes científicos hasta la fecha, todos ellos perfumados
por un barroquismo literario tan característico y tan sugestivo. Pero por fin
el Dr. Pacheco me ha hecho caso
(París bien vale una misa) y ha pasado de la filosofía jurídica a la filosofía
del Derecho penal y de ahí a la Política criminal y a la Dogmática penal. No se
trataba, bien es verdad, de un cambio radical de sus sólidos planteamientos
filosóficos y profesionales sino, más bien, del aterrizaje de sus reflexiones especulativas a concretos problemas
normativos planteados en el seno del Derecho penal. De ese modo, los
planteamientos filosóficos de Luis Alberto Pacheco
se aplican ahora, merced a este libro, o lo que es lo mismo, gracias a sus Problemas actuales de Derecho penal. Dogmática
penal y perspectiva político-criminal, a cuestiones tan fundamentales de la
Política criminal y de la Dogmática penal como las estructuras
óntico-ontológicas o lógico-materiales (de que hablara el Padre del finalismo penal, Hans Welzel),
al error de prohibición culturalmente condicionado, pasando por el delito de
violación, la teoría de la pena, el concepto de persona y el de enemigo, la
pena de muerte o el delito de feminicidio.
No entraré a enjuiciar
pormenorizadamente, uno por uno, cada fundamento, cada argumento ofrecido por
el Dr. Pacheco Mandujano en este necesario
libro. Sólo diré que, en esta obra, se completa y se perfecciona de manera
cabal el valor de la argumentación jurídica
y la valentía del pensamiento de un jurista excepcional: Luis Alberto Pacheco irrumpe, de manera espectacular,
en la Ciencia penal con el presente libro. De esta forma tan sugerente, recogiendo
en un libro monográfico un puñado de excelentes aportes penales, se dificulta que
los firmes postulados de Luis Pacheco
lleguen a extraviarse en “el cielo de los
conceptos jurídicos” que dijera Rudolf von
Ihering o, para decirlo con palabras menos prosaicas y más poéticas: las
del poeta sevillano Luis Cernuda, se
evita que los inteligentes planteamientos de Luis Alberto Pacheco permanezcan “Allá, allá lejos; / Donde habite el olvido”.
Miguel
Polaino-Orts
Viajando
de Sevilla a Lima
a
comienzos de noviembre de 2016