Quien
intentase hablar, hace poco más o menos una década atrás, de violencia de género
y sus nocivas formas específicas de acción, a quienes ni por vocación ni por
convicción se hallaban dentro de esta temática, no pudo dejar de notar la enorme
dificultad de semejante gran empresa.
Y es muy probable que hasta haya tenido, en seguida, la impresión de que su situación se veía dibujada con bastante acierto en la
conocida narración del recordado filósofo danés Sören Kierkegaard sobre el
payaso de la aldea en llamas, narración que Harvey Cox resumió brevemente en su
libro La ciudad secular.
En la presente historia, Luis Alberto Pacheco Mandujano refleja parabólicamente cómo es que aquellas mujeres y hombres que hace
algunos años atrás alertaron a la sociedad que los procesos de violencia
oscura, asolapada en la privacidad de la jurisdicción familiar, iban en un
alarmante crecimiento que desbordaba el ámbito de lo eminentemente doméstico y
que, en un futuro no lejano podría degenerar en una serie de salvajes homicidios cometidos en agravio de las
víctimas de esta modalidad de violencia, fueron muchas veces tildados de
exagerados, alarmistas y hasta vejados como aquel payaso de la historia
kierkegaardiana. No escucharlos significó, para la actualidad, permitir la intrusión de
esa modalidad tan aborrecible de matar a una mujer, a manos de personas cercanas a
ésta, que es conocida con el nombre de feminicidio.
El incendio ha estado
presente entre nosotros... pero la solución para acabar con él también. Es sólo asunto de dedicar esfuerzo y atención a estos graves problemas que aquejan a la sociedad, para erradicar de la misma toda nociva forma de violencia irracional.