domingo, 19 de enero de 2025

Sicariato mediático

 El "Panorama" de la amoralidad periodística



En un basuralicio y vomitivo “reportaje” preparado por un miserable ganapán que, como tantos otros desbrujulados de su clase, busca parar la olla a cualquier costo y por eso presta sus servicios “profesionales” como sicario periodístico de la mafia mediática del canal 5 de televisión que tozudamente sirve aún a los intereses de la camorra lagartocaviar, se presentó un nuevo bulo de escándalo que aspiró convertirse en una “verdad” de carácter incuestionable.

Para comprender mejor el análisis que sigue a continuación, sugiero que primero se vea –eso sí, con precaución y cinco gravoles de por medio– el “reportaje” de marras (https://youtu.be/YMOKaKfMDjc?s=wP9kGm-qFMoGBKCt) y, después, proceda a leer lo que viene líneas abajo.


Primero: Grandilocuencia en la presentación

El ejecutor de “el gran destape” (es decir, el periodista) habla de un “millonario robo en el poder judicial”. Sin embargo, él mismo precisa que el costo del “crimen” asciende a bastante menos de medio millón de soles (unos 470 mil, poco más o menos). Por tanto, en puridad terminológica, no se trata de un valor verdaderamente millonario.

No quiero decir que el monto de dinero afectado no sea elevado ni importante. Lo que estoy precisando –repito– es que ese monto no es “millonario” en puridad semántico-terminológica. ¿Por qué, sin embargo, se recurre al uso de una nominación impropia? Pues, por pura grandilocuencia comunicacional.

La grandilocuencia con la que el ejecutor mediático presenta su reportaje sirve a una única finalidad: él quiere crear un escándalo sensacionalista. A ese sicario del periodismo no le resulta importante presentar la verdad; lo que le importa es crear un escándalo con amplificador.


Segundo: Confusionismo jurídico

El ejecutor mediático del brulote reportaje habla de “el más grande robo de la historia en el Poder Judicial”. Sin embargo, de acuerdo a su propia (des)información, el caso trata, en estricto, de un hurto sistemático y no de un robo. Una y otra cosa no son iguales. Hay, entre ellas, una gran diferencia.

El robo es un delito en el que, para despojarle de sus bienes, se pone en riesgo la vida y la integridad de las personas a quienes se ataca con, por ejemplo, el uso de la violencia física e, incluso, hasta con armas de fuego o punzocortantes. Y esto no es lo que habría sucedido en el caso que nos presenta el autor del “reportaje”, el cual, más bien, correspondería al de un hurto agravado por su carácter sistemático.

Evidentemente, al sicario periodístico que perpetró este reportaje —una vez más— no le interesaba presentar la verdad; lo que le importaba era crear un escándalo con amplificador terminológico, ya que la palabra “robo” siempre sonará (e impactará) mucho más que el término “hurto”. He aquí un clarísimo ejemplo de cómo es que ya no sólo no se cumple, sino que —peor aún— se viola abiertamente el párrafo final del artículo 14° de la Constitución Política del Perú (“Los medios de comunicación social deben colaborar en la educación y en la formación moral y cultural de la Nación”).

 

Tercero: Incompletitud del “reportaje”

El sicario periodístico creador del reportaje, a pesar de responsabilizar de manera directa al expresidente del Poder Judicial, el Dr. Javier Arévalo, por el hurto sistemático de procesadores de computadoras que se habría cometido durante su gestión, no buscó a su “imputado” para entrevistarle y pedirle que explique si realmente él tenía conocimiento de los hechos objeto de la “investigación periodística” y, si estando enterado de esta penosa situación, qué medidas tomó al respecto.

Por otro lado, es importante precisar que el esbirro periodístico tampoco explicó en su bulo que esas computadoras no las compró el Poder Judicial, sino el Banco Mundial a través del Proyecto de Mejoramiento de los Servicios de Justicia (PMSAJ) para la consolidación del Expediente Judicial Electrónico No Penal (EJE).

Sépase aquí que el PMSAJ no depende del Poder Judicial, sino del Ministerio de Justicia y que esa dependencia licitó y compró las computadoras afectadas y las entregó al Poder Judicial, en cajas selladas, a través de su Oficina de Coordinación de Proyectos (OCP). De manera que, si hubo el hurto sistemático del que se (des)informa, éste tendría que haber sido ejecutado, o bien en el PMSAJ o bien en la OCP.

En todo caso, el encargo sicarial (“reportaje”) fue presentado, a propósito, de manera incompleta, pues la única evidente intención era atacar al Dr. Arévalo.

Una vez más, queda evidenciado que al mercenario periodístico que preparó y presentó esta (des)información no le interesó en absoluto descubrir la verdad; lo único que le interesaba era crear un escándalo con amplificador. ¿Cuánto costó ese encargo?

 

Cuarto: Sensacionalismo e intriga

El peón del sicariato mediático que funge de periodista, presentó su reportaje tras crear un ambiente recargado de datos que no sirven en absoluto para noticiar el objeto del informe: el hurto sistemático de procesadores de computadoras.

Tales datos son:

1) Presentación de cámaras de seguridad que “no captaron” el hurto, comentario que constituye una manifiesta estupidez, puesto que, si alguien va a hurtar bienes en el interior de un edificio público lleno de cámaras, obviamente que no lo va a hacer frente a ellas. De manera que hablar aquí de las cámaras de seguridad, de la forma como se hizo en este “reportaje”, deviene dato-comentario impertinente.

Sin embargo, al espetar que “las cámaras de seguridad (¡tantas cámaras de seguridad!) no captaron el hurto”, ya quedaba plantada la intriga en el subconsciente del televidente. ¡Ese era el objetivo de semejante comentario: plantar la intriga en el subconsciente del televidente!


2) El ejecutor mediático recurrió a la vieja treta de realizar el “show de valentía” al entrar al edificio a grabar, sabiendo él, de antemano, que al proceder así, el personal de seguridad iba a reaccionar inmediatamente ante dicha acción. De esta manera, nótese que al actuar así, el “periodista” por encargo quería crear la imagen reactiva de un personal de seguridad que, siendo bastante activo en su trabajo, “¿no vio el ‘robo’ que se ejecutaba ante sus narices?”. Con esta técnica, el periodista de alquiler pretendió insuflar la intriga que ya había plantado en el subconsciente del televidente, llevándola ahora al extremo.


3) El sicario mediático llegó a presentar ante cámaras la imagen de un bus de la PNP que —suertudo él— encontró parado en la puerta del edificio de la OCP y, llevando la intriga a un nivel maximizante, sumó a lo anterior el “hecho” de que en su “reportaje” se hablaba nada más y nada menos que del Poder Judicial, es decir, “de una de las instituciones más seguras del país”. Y, aun así, fue allí donde se perpetró el hurto sistemático.

Con esta imagen caída del cielo, el bribón quiso recrear en la mente ya infectada de intriga que había plantado en el subconsciente de los televidentes, la imagen de “ladrones avezados” que “se atrevieron a ‘robar’ estando allí, en el frontis de una de las instituciones más seguras del país, la policía”.

¡Ja! Como si, en el caso de que “el robo” hubiese sido realizado en ese edificio, hubiese sido cometido delante de la policía. El sicario periodístico nos toma aquí por idiotas.

Otra vez, quedó puesto de manifiesto que al mesnadero periodístico que preparó y presentó esta (des)información no le interesaba en absoluto descubrir la verdad; lo que le interesaba era crear un escándalo con amplificador, tras haber colocado al televidente en un ambiente sensacionalista que sirvió reforzar la intriga que, previamente, había sido plantada en su subconsciente, potenciando así el efecto del escándalo.

 

Quinto: Histrionismo

En su francamente asqueroso “trabajo periodístico”, el ejecutor mediático de este “reportaje” no cumplió en absoluto su papel de periodista. En realidad, fungió de actor.

En efecto, el sicario periodístico, inyectando más intriga consolidante del sensacionalismo que ya creó con todo lo antedicho, narró su cuento con voz agitada, casi horrorificada, apuntada con glosa y cadencia, completando así el cuadro amarillista de su pútrido producto televisivo.

Este pelmazo bracero no se presentaba aquí, pues, como un auténtico periodista profesional. Irrumpió como un actor de telenovela radial que no sirve para levantar información verdadera, sino para ejecutar encargos rentados, sobre todo, aquellos en los que se crea el escándalo con ruidoso amplificador y sobreactuación del papel mediático.

 

Sexto: Mendacidad investigativa

El gañán periodístico ofreció en su “reportaje” un dato con el que le dio inicio, aunque no le diera después continuidad ni finalización, no porque no quisiera, sino porque, para ser honestos, no podría haberlo demostrarlo: la existencia de una organización criminal infiltrada en el Poder Judicial.

El peón de esta clase de periodismo ofreció algo muy grande, a la par que intrigante y sensacionalista. Y, sin embargo, como suele suceder con todo aquello que es intrigante y sensacionalista, no demostró siquiera un indicio de su existencia: en este caso, no demostró algún indicio o señal de la existencia de la “organización criminal” de la que aseguró que se había “infiltrado” en el Poder Judicial.

Este resultado (des)informativo es sencillo de enteder: el “periodista” no elaboró el “reportaje” como un verdadero periodista. Se comportó como el truhan que ejecutaba un encargo rentado. En este caso, el encargo era desprestigiar y lapidar al Dr. Javier Arévalo y, para tal efecto, creó una potente mentira: una organización criminal infiltrada en el Poder Judicial.

Y es que, claro, después de haber plantado la intriga en el subconsciente del televidente, el canalla periodístico no necesitaba probar la existencia de la “organización criminal infiltrada en el Poder Judicial”. De ello se encargaría la imaginación infectada con las dudas, la intriga y el sensacionalismo creados por el “periodista” infeliz, para quien la mendacidad es su divisa y la verdad le resulta una nadería. En todo caso, para él, como para muchísimos de sus colegas, la verdad no es sino el producto final que se presenta en televisión tras moldear a conveniencia los hechos que ellos tratan como si fuesen dócil arcilla. Es la práctica común de estos “profesionales”. ¿Es esto lo que las facultades de comunicación y de periodismo forman en las universidades?

 

Séptimo: Ordinariez fraseoclasista

La presentadora del “reportaje”, repitiendo las inepcias de su sicario periodístico, con vocinglero y cáustico tono, hablaba en su presentación de una “mafia criminal infiltrada en el Poder Judicial”. ¿“Mafia criminal”? ¿Y se podría saber cuál es la mafia que no es criminal y que obligue al narrador de la historia a diferenciarla de la que sí lo es para que ésta se llame “mafia criminal” y aquélla no?

¡Obviamente ninguna, pues! ¡Toda mafia es criminal! ¡Animales!

Qué manera tan ordinaria de ostentar, ¡y con orgullo!, el fraseoclasismo que en los últimos años deviene innato al periodismo contemporáneo.

¡Ah, sí! Porque el día de hoy, para ser periodista, no hay que dominar la pluma, es decir, no existe necesidad de conocer ni dominar el verbo, la palabra, el discurso, en fin de cuentas, el lógos. ¡No! Para esta generación de “periodistas” basta hablar como se piensa. Y como se piensa poco, a veces casi nada, la pobreza sináptica se refleja en el lenguaje maltrecho, retaceado, hecho jirones, de esta horda de “periodistas”.

Si, como explicaba muy bien Wittgenstein en su celebérrimo “Tractatus”, el lenguaje es el reflejo del pensamiento y, a su vez, el pensamiento es el resultado de complejos procesos estructurales que se organizan en el acto de la reflexión; resulta lógico deducir que, con el lenguaje que caracteriza a estos ejemplares contemporáneos del “periodismo”, se advierte la pobredumbre de pensamiento y la miserable mendacidad de sus consciencias. De allí su fraseoclasismo, pero de allí también la amoral posibilidad de ofrecerse en venta al mejor pagador.

 

Octavo: ¿Quién y qué se encuentra detrás de este encargo sicarial?

La corta, pero necesaria y martillera presencia de la sra. Susana Silva Hasembank en el reportaje, nos da la pista para responder a la pregunta.

La sra. Silva, abogada por la PUCP, tiene un amplio prontuario profesional de servicios prestados a la mafia caviar durante los últimos 25 años. Ha sido Presidente del Consejo Nacional Penitenciario del Instituto Nacional Penitenciario (INPE) en 2020 y 2021, después de haber sido Secretaria “de Integridad” de la PCM entre julio de 2018 y septiembre de 2020, ambos cargos ocupados durante el gobierno del Lagarto Vizcarra. También ha sido asesora legal de la Cruz Roja Internacional (ONG subvencionada por Soros, básicamente). Ha sido miembro activa de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos. Es una activista del feminazismo oenegeta e impulsora de la ideología de género y de la Agenda 2030.

Actualmente, doña Susana Silva se desempeña como asesora principal, Jefa del Gabinete de Asesores y Secretaria General de Janet Tello Ghilardi, la nueva Presidente caviar del Poder Judicial, personaje vinculada al lagartocaviarismo, a la par que defensora a ultranza de la ideología de género y de la Agenda 2030.

La presencia de esta mujer (Susana Silva) en el reportaje, caracterizado éste por todas las sesgadas perlas que, señaladas arriba, lo adornan, nos revela que Janet Tello arremete vengativamente contra Javier Arévalo, juez marcadamente anticaviar, a quien necesita desacreditar para deslegitimar y destruir todo lo que él hizo durante su gestión 2023-2024.

Al mismo tiempo, se hace evidente la venganza que ejecuta el Lagarto, a través de su delfín Silva Hasembank, contra aquellos que, como Javier Arévalo, le cerraron las puertas del poder absoluto dentro del Poder Judicial.

Es evidente que Vizcarra, por intermedio de su alfil colocado como pieza clave dentro del cogollo del poder en el Poder Judicial, va a tener un significativo protagonismo en esta coyuntura, justamente en momentos en los que, casi hundido, es juzgado por los casos Lomas de Ilo y el Hospital de Moquegua.

En cualquier caso, que no se pierda de vista cómo es que sigue operando la prensa sicaria y cómo existen “periodistas” como el cipayo que presenta el “reportaje” sub examine, dispuestos a realizar cualquier cosa con tal de ganarse el pan.

Mequetrefes como estos no pueden ya vender su alma al diablo, pues no son más sus dueños. Carecen de alma. Y aunque ¡pobre de ellos!, son, sin embargo, un asco. ¡Un asco absoluto!

 

 

 


martes, 24 de septiembre de 2024

Pérez Gómez: Crónica de una muerte anunciada

 


Por: Luis Alberto Pacheco Mandujano



"Nada hay oculto que no llegue a descubrirse ni nada secreto que no llegue a saberse y hacerse público"

(Lucas 8:17)




La bomba soltada anoche por Phillip Butters en su programa televisivo transmitido por Willax TV, fue devastadora para la plutocracia caviar.

Que un fiscal provincial cuyo sueldo no supera los 14 mil soles ostente un desbalance patrimonial por más de 131 mil soles, más que un escándalo, es verdaderamente un elemento objetivo revelador de una parte (otra parte aún no conocemos, pero la conoceremos tarde o temprano) de la corrupción cometida por ese falso valor al que la farisaica progresía nacional encumbró como "fiscal héroe".

Se trata de un elemento objetivo de sospecha criminal no porque el que lo presentó lo haya dicho, sino porque el desbalance patrimonial está demostrado por peritos oficiales del Ministerio Público. El documento probatorio es oficial e incontestable.

Sin duda alguna, a partir de este momento la caquistócrata mesnada que trabaja en IDL saldrá a defender a "su fiscal" (que es como el falso "paciente oncológico" definió a su entenado Pérez en una conversación sostenida con Kike Montenegro, productor de Milagros Leiva).

A la hora en que escribo estas líneas (poco más de la medianoche) Gorriti ya debe estar notificando a sus esbirros periodísticos el memorándum múltiple que ordena que todos sus medios de comunicación (sobre todo RPP con Fernando Caviarvallo, los cipayos del "Grupo El Comercio", La República, Latina y América TV, y también sus sicarios que operan en redes como Epicentro, Juliana Oxenford, Marco Sifuentes, Hildebrandt en sus heces –o "en sus trece", que es lo mismo– y demás gamberros del periodismo corrupto) no reparen en gastos para denostar de Butters y atacarlo inmisericordemente, acusarlo de ser el brazo mediático de la organización criminal (cualquiera, no importa), desmentir los documentos por él presentados y desdibujar la realidad de los hechos para, una vez sea "deconstruida", presentar alguna narración fantástica que procure explicar que el desbalance patrimonial de su "fiscal héroe" no es tal, sino que hay una explicación "convincente" para este caso y que la "mafia de la ultraderecha" ha venido a "demostrar" su poder para perseguir a los "luchadores anticorrupción".

En estos siguientes días, la mafia caviar que lidera Gustavo Gorriti se defenderá con uñas y dientes del golpe mortal que acaban de recibir, y lanzará zarpazos que hasta podrán herir a los demócratas que enfrentamos a ese criminal financiado con el dinero ensangrentado que Soros le envía ilegalmente para destruir el Perú. Empero sus días y los días del caviarismo en el poder están contados. La cárcel les espera, si no se fugan antes.

Llegados a este punto de la historia, no puedo evitar recordar aquel glorioso e inolvidable 14 de septiembre de 2000 cuando Canal N difundió la conferencia de prensa en la que Luis Iberico, periodista hecho político para entonces, presentó el tristemente célebre vídeo Kouri-Montesinos en el que se veía al exasesor presidencial pagando 30 mil dólares para que el congresista Luis Alberto Kouri que fuera elegido por Perú Posible se uniera al partido oficialista, Perú 2000.

En ese momento, el único canal que denunciaba a la corrupta dictadura del fujimorismo y que transmitió ese mayúsculo destape fue Canal N de propiedad de la familia Miró-Quesada, hoy innegablemente vinculada a Odebrecht.

Como era de esperar en ese momento, la noticia no rebotó en ningún medio de comunicación, pues Montesinos los controlaba con el pago de sobornos. Y, a lo sumo, sucedió que Luz Salgado y su correligionaria Martha Chávez, entonces presidente del Parlamento, pretendieron "explicar" la evidenciada corrupción del asesor de Fujimori, diciendo que se trataba de "un préstamo" que Montesinos le estaba haciendo a su amigo "Beto" Kouri.

Fue la fabulación más estúpidamente ingenua que pudieron elaborar. La verdad es que ya no había vuelta atrás: había comenzado a desencadenarse el fin del régimen dictatorial.

Recuerdo este episodio histórico que, como demócrata perseguido por el SIE viví con emoción, porque aconteció en un mes de septiembre como ahora. Fue, como lo es también en este momento, un sólo canal el que develó la podredumbre que se conocía pero que aún no podíamos probar. Ese canal, hoy, no es N, es Willax donde el presentador del destape de ahora, como Iberico en su momento, también ha sido un periodista hecho político.

Recuerdo que la casta corrupta del fujimorismo atacaba violentamente a Canal N (convertido hoy en su antípoda). Ahora, la casta corrupta y mafiosa del caviarismo ataca a Willax TV.

Luis Alberto, alias "Beto", recibió 30 mil dólares de manos del corruptor número uno del Perú. Hoy, y curiosamente en similar situación, el desbalance de José Domingo alias "Pepemingo", asciende a 131 mil soles que, al cambio del día, bordea los 32 mil dólares y que, sin explicación sobre su origen, todo indica que se trata de dinero recibido –como se ha dicho en varias ocasiones– del corruptor número uno de nuestros tiempos: Odebrecht.

De la explosiva noticia de marras, no habrá, en estos días, rebote periodístico en los medios de la prensa masiva peruana porque, así como Montesinos los tenía controlados en su momento –merced al pago de sobornos y dádivas–, el Montesinos reloaded de nuestro tiempo, Gustavo Andrés Gorriti Ellenbogen alias "Maestro Obihuán", controla a los mismos medios gracias a la compra directa de periodistas. Gorriti, en buena cuenta, mejoró la técnica de Montesinos.

Tal vez Fernando Caviarvallo, emulando a Luz Salgado, nos presente ahora en sus programas en RPP una historia "convincente" para asegurar que no hay desbalance alguno en las finanzas del "fiscal héroe".

Clara Elvira Ospina acompañada de la sicaria española Anuska Buenaluque y del mequetrefe de Daniel Yovera, haciendo en tres por uno el papel de Martha Chávez, repetirán, cual sonsonetes, el libreto que Gorriti les wasapée para "golpear" a cada rato la explicación que, ya desde muy temprano, habrá ofrecido, vía "Ideele Radio", Glatzer Tuesta con su inconfundible voz de jebe, esa misma que acompaña en coro la pitudez insoportable de la bloguera que se autopercibe periodista no siéndolo, María Palacios.

Ésta lanzará, como ya es de costumbre en su "estilo", disparates e inepcias en su programete que, siendo auspiciado por Gustavo Mohme Seminario alias "Chicho Mohme", aún siguen algunos –cada vez menos– desubicados que todavía quedan. Por supuesto, asumiéndose "jurista", esta abogada de cartón recurrirá a la jerigonza pseudo-jurídica (que ella misma no entiende la mayoría de veces) para confundir, sorprender y, eventualmente, amenazar.

El mismo camino seguirá la soldadesca conformada por periodistas mercenarios que, siendo profesionales de medio pelo, cobran a quien les pague el menú (en este caso, Gustavo Gorriti), por lo cual están dispuestos a lecturar en vivo, sea por radio o por televisión, e irreflexivamente, lo que les pongan en el teleprómter. El honor se subordina, en ellos, a sus estómagos llenos.

En fin, veremos de todo en los siguientes días. Pero creo no equivocarme si afirmo que estamos comenzando a vivir el inicio del fin del corrupto poder caviar en el Perú. Con el escándalo revelado, Phillip Butters nos ha anunciado la crónica de la muerte de Pérez Gómez y, con él, de sus hediondos y sucios aupadores.


Por el bien de la Patria, ya era hora.




Lima, 24 de septiembre de 2024

Día de San Pío de Pietrelcina

miércoles, 14 de agosto de 2024

La (in)necesaria ley que dice que se cumpla la ley

 

En un interesante, aunque lacónico, análisis de la Ley N° 32107, realizado por mi amigo y colega, el Prof. Carlos Caro Coria, y publicado en X el viernes 9 de agosto, ha manifestado, entre varias importantes reflexiones jurídicas, que "la Ley promulgada no dice nada nuevo". Es verdad.


Y, sin necesidad de ser pitoniso, pero —eso sí— altamente premunido de experiencia en el campo jurídico y siendo conocedor de profundis del consuetudinario proceder antijurídico y antidemocrático de la farisea izquierda que en el Perú llamamos "izquierda caviar", ha previsto que "La CorteIDH efectuará audiencias de supervisión de viejos casos para concluir que la Ley viola la CIDH (esto en unas horas o días)" y que habrá, al menos, una "Demanda de inconstitucionalidad y muchos pedidos de inaplicación por control difuso", aunque yo estoy seguro, en relación a esta parte final de su predicción, que los pedidos de inaplicación serán más por ese inexistente "control de convencionalidad" que por control difuso.


Personalmente, he bautisado a la novísima Ley N° 32107 con el nombre de "Ley Castillo" porque en una de sus intervenciones pollinas, el asno ex presidente dijo: "Tenemos todas las leyes, pero falta la ley más importante: la ley que diga que se cumpla la ley".


Dado el carácter pelágico de su pobérrima capacidad gnoseológica, el asno ése ignoraba que "la ley que dice que se cumpla la ley" es la Constitución.


Ciertamente, se trata de una ley innecesaria porque el texto central del artículo 5° de la Ley N° 32107 re-escribe, para el caso concreto, el texto abstracto del artículo 2°, inciso 24., literal d), de la Constitución de 1993 que, reconociendo el Principio de Legalidad, tiene como fuente normativa anterior inmediata el artículo 2°, inciso 20., literal d), de la Constitución de 1979 (ver el Cuadro comparativo que he elaborado al respecto).



Siendo así, si por su carácter abstracto la Constitución puede llegar a ser "difícil" de comprender para ciertos especímenes humanos, quizás la ley les resulte más digerible y entendible.


En ese marco de pobreza cultural, y en vista de nuestra triste realidad nacional, en la que poco más del 85% de peruanos sufren problemas de jibarización y son dueños del mismo nivel (e incluso menor) de comprensión y educación que caracterizan a Pedro Castillo, y siendo que el nuestro es un país desordenado, donde todo el mundo hace lo que le da la gana y el que tiene (como un juez o un fiscal) un poco de poder para creerse ser una especie de dios, la de marras deviene ley necesaria por razones culturales.


Por ende, experimentemos socialmente: si no obedecen a la Constitución, veamos si es que obedecen a la "ley que dice cúmplase la Constitución".


Como diría André Gide, «Todo está dicho, pero como nadie escucha, hay que repetirlo cada mañana».



Prof. Luis Alberto Pacheco Mandujano

martes, 23 de julio de 2024

7 de julio de 2023: Homenaje del c. Luis Alberto Pacheco Mandujano a los Mártires de la Revolución de 1932









El 7 de julio de 2023, el Comité Ejecutivo Nacional del Partido Aprista organizó una ceremonia de homenaje a los mártires apristas de la Revolución de 1932, la cual se realizó en el patio frontal de la Casa del Pueblo.

Convocado para dar el discurso central en esta ceremonia, el Prof. Luis Alberto Pacheco Mandujano ofreció una emotiva disertación en la que combinó su amplio dominio de la historia y su conocida capacidad de transmisión de conocimientos con la emoción propia de un militante orgulloso de su Partido y conocedor de su historia, electrizando y encandilando con su fluido verbo a la militancia que, superando el millar de asistentes, ovacionó en reiteradas ocasiones al compañero expositor y sintióse con el espíritu y la fe renovadas en el credo aprista.




El Prof. Luis Alberto Pacheco Mandujano recibe Premio Iberoamericano José León Sánchez




Discurso completo de don Luis Alberto Pacheco Mandujano y Serrano al recibir el "Premio Iberoamericano José León Sánchez 2024", por ser reconocido como promotor y defensor y consecuente de los verdaderos derechos humanos. El discurso fue pronunciado ante el Buró Académico de la Universidad de la BIA, la Facultad Interamericana de Litigación, y de manos de doña Aiza Vega vda. de León, en ceremonia oficial llevada a cabo en la Residencia Presidencial de Los Pinos, en Ciudad de México, el 19 de abril de 2024.



Intervención del Prof. Dr. H. c. Múlt. Luis Alberto Pacheco Mandujano en el Congreso de la República: Mesa de Trabajo denominada "Soluciones y propuestas eficientes para la mejora de la administración pública"









El pasado 23 de febrero de 2024, el Prof. Dr. H. c. Múlt. Luis Alberto Pacheco Mandujano fue invitado por la congresista de izquierda Katy Ugarte, miembro de la bancada de "Unidad y Diálogo Parlamentario", para participar en la Mesa de Trabajo denominada "Soluciones y propuestas eficientes para la mejora de la administración pública".

La actividad se realizó en la Sala "Luis Bedoya Reyes" del Edificio "Víctor Raúl Haya de la Torre", integrante del complejo que conforma el Palacio Legislativo de la República del Perú.

En sus dos intervenciones, el Prof. Pacheco Mandujano abordó algunos de los principales problemas causales de la grave crisis que experimenta el sistema de administración pública de justicia y subrayó la necesidad de formular propuestas de solución que provengan de una mirada sistémica, funcional e integral, es decir, de manera radicalmente diferente a como se ha venido gestionando la crisis: de manera aislada e independiente de los demás problemas que comportan al Estado en su conjunto.

Asimismo, reveló públicamente el sentido y significado felón del "Acuerdo de Colaboración Eficaz" suscrito entre los fiscales que, traicionando al Perú, se sometieron a los dictados de la megacorrupta empresa Odebrecht.
En el evento también participaron personalidades del mundo político, judicial y académico, entre los cuales se encontraron el ex congresista Omar Chehade, el reconocido lógico y filósofo Miguel Ángel León Untiveros, el abogado constitucionalista Lucas Ghersi, la penalista Jhuliana Atahuamán, entre otros.


Prólogo a la reimpresión de La superstición del divorcio y otros ensayos acerca de los derechos fundamentales

 

“Fragmentos, pensamientos fugitivos, decís. ¿Se les puede llamar fugitivos cuando se trata de obsesiones, es decir, de pensamientos cuya característica principal es justamente no huir?”

Emil M. Cioran[1]







El doctor Ramiro De Valdivia Cano, distinguido juez de la Corte Suprema de Justicia de la República del Perú, además de dilecto profesor de Derecho de diversas importantes universidades del país, me ha honrado sobremanera pidiéndome que dedique unas líneas considerativas al libro titulado La superstición del divorcio y otros ensayos acerca de los derechos fundamentales, el cual, gracias a la acertada decisión del Consejo Directivo de la Academia de la Magistratura cuya presidencia se encuentra ocupada en este momento por el señor fiscal supremo Pedro Gonzalo Chávarry Vallejos, es reimpreso por su Fondo Editorial después de haberse agotado la primera edición, con lo que se verá satisfecho el público lector que reclamaba este nuevo tiraje.

Al leer el libro de marras uno confirma lo que de él se dice en el ambiente del foro local peruano: su contenido resulta enriquecedor y provechoso para la cultura jurídica general de cualquier persona que, sin tener la necesidad de haber sido obligatoriamente formada y entendida en materia jurídica, pero que posee al menos cierto bagaje académico-social general, desea ilustrar y fijar claramente sus ideas en torno a los tópicos que Ramiro De Valdivia aborda en su trabajo. Se trata por eso, sin lugar a dudas, de un libro diáfanamente lecturable, tanto por la forma de su escritura como por la estructura con que los temas, a pesar de la más o menos relativa independencia temática que los define, van sobreponiéndose unos a otros de manera lógica y coetánea. Siendo así, sobre la base de una lectura que, por las características anotadas, atrae felizmente al lector antes que repelerlo,[2] ya sea por hostigamiento literario o por el uso de una prosopopeya pedante, podemos expresar las consideraciones que siguen a continuación.

El libro contiene ciento ocho artículos y ensayos más o menos breves que desarrollan asuntos variopintos vinculados al análisis jurídico-social de temas tales como el divorcio y situaciones reales que ponen sobre el tapete la discusión acerca del atropello, protección y vigencia  de los llamados derechos fundamentales. Y todos estos trabajos reflexivos tienen como base fáctica la sociedad moderna, contemporánea, sobre la que, en países como el nuestro, se construyen después categorías y conceptos jurídicos de validez erga omnes, con los que se asumen, con criterios políticamente correctos –que nuestro autor critica inteligente, sagaz y acuciosamente– cómo es que la sociedad debe ser según el panóptico autorizado y de moda: la sociedad del espectáculo –según frase acuñada por nuestro Nobel Mario Vargas Llosa,[3] inspirado seguramente en el pensamiento social del recientemente desaparecido profesor polaco Zygmunt Bauman[4]–, que no es sino la sociedad de consumo cuya cultura ha fagocitado la consciencia social de los hombres y mujeres del Perú y de gran parte del planeta.

Ramiro De Valdivia procede aquí, por tanto, sin tacha académica alguna y de manera correcta, como todo investigador y científico social que se respete, pues sabido es que las ideas, los pensamientos, las categorías abstractas que estructuran una teoría, una tesis social, cualesquiera fueren éstas, no son sino el reflejo más o menos inmediato de la realidad social. Y conociendo como conozco a don Ramiro, creo estar seguro que opera él de esta manera en sus trabajos académicos a sabiendas de que la crítica de los conceptos y de los juicios sociales, de las ideas, de los pensamientos, en suma cuenta, de la cultura oficial de una sociedad dada, viene a ser, en verdad, la crítica al sistema social de base material sobre el cual se erige y organiza la consciencia social de los hombres, donde se alojan las opiniones, las creencias, las representaciones ideales de las personas, las consideraciones ideológicas, el espíritu que impregna al actuar cotidiano de los seres humanos. Esta verdad, que es ley social,[5] la debe haber conocido y aprehendido nuestro autor en las aulas universitarias de su amada y jamás olvidada ciudad natal de Arequipa y tal vez, sobre todo,[6] la debe haber consolidado en la Universidad Nacional de San Agustín, donde cursó sus estudios de posgrado para hacerse doctor en Derecho público.

Es menester realizar esta precisión para comprender, como preámbulo a la obra que el lector tiene entre manos, el sentido crítico, esto es, analítico-dialéctico, con que se dicen las cosas en este texto: don Ramiro De Valdivia dice las cosas como son antes de expresarlas como le parece que son; es decir, entiende y explica los asuntos de que trata en este libro no como cree que ellos son sino, fundamentalmente, como son, gnoseología que su enjuiciamiento personal alcanza después de someter sus temas objeto de atención a un riguroso enjuiciamiento analítico social. De ahí la firmeza con que se sostienen las argumentaciones y la fuerza de la verdad que reviste a cada artículo integrante del libro.

Y lo que dice nuestro autor en todas las páginas que componen su libro lo dice de múltiples maneras aunque, al fin y al cabo, esa multiplicidad se proyecte en un único y sólo tema: la sociedad que vivimos ha logrado que las personas ya no sean personas, que los seres humanos sean cada vez menos humanos, que los hombres no sean sino consumidores hiperactivos, ansiosos y adictos de lo que no necesitan y que, añadidamente, les hace mal. En una sociedad como la que vivimos y sufrimos, donde según afirmación apodíctica de la cultura oficial no es tiempo de ideologías, la competencia ha pasado a convertirse en ideología esparcida por los medios de comunicación de la prensa masiva y es precisamente con ella que se da forma a la opinión pública,[7] mientras las ropas de etiqueta costosa y reconocida socialmente transfiguran para convertirse en la nueva piel de la persona. En este contexto, no se equivoca ni un ápice Raúl Pérez Torres[8] y sentencia bien al decir que “Dios es el mercado, el centro comercial la nueva iglesia y el cliente su esclavo fiel”.[9]

En una sociedad como esta, por consecuencia lógico-dialéctica, si las condiciones materiales de vida poseen tales características reales, resulta sumamente evidente y atronadoramente claro que los valores ya no pueden ser los valores, sino todo lo contrario. Como dice atinadamente el mismo Pérez Torres al respecto: “La honradez, la lealtad, la solidaridad, son lobos esteparios arruinados”. Por eso la pendejada implacable y amoral remplaza a la honradez, la incondicionalidad de sobón estilo Felpudini a la lealtad y el egoísmo más férreo, superficial y miserable a la solidaridad. Los valores de nuestros tiempos son, fundamentalmente, estos tres: la pendejada, la sobona incondicionalidad y el egoísmo. En semejante realidad, la libertad, por tanto, se confunde fácilmente con el libertinaje, antivalor que, estando de moda entre nosotros, es la materialización del proceder cobarde: huir de todo, haciendo lo que venga en gana, para evadir la responsabilidad madura y adulta que debe contraerse con la humanidad, con la naturaleza y con las cosas.

Que no se escandalice, entonces, nadie por escuchar a alguien hablar de la verdad. Todos creen que pueden hacer de todo y sin límite ni freno alguno. Y es precisamente todo esto lo que se reclama cuando se cree reclamar derechos fundamentales, aunque nadie se dé realmente cuenta que lo que pide a gritos es estulticia en lugar de auténticos derechos fundamentales. Y en esta atmósfera de estiércol macrométrico, donde todos aprendieron y se acostumbraron a comer, beber y respirar de esa bosta social, entonces, el Estado otorga, pues, lo que se reclama: estupidez, incultura, detritus colectivo. Basta prender el televisor para comprobar lo que aquí se afirma. Pero, claro, el idiota defensor de la pandémica atrofia de la cultura que caracteriza y define a los anunciantes, periodistas televisivos y faranduleros de la pantalla chica, así como a los gerentes de la gestión empresarial de la TV, dirán: “si no les gusta lo que ven, tienen la libertad de cambiar de canal”. ¡¿Pero qué clase de libertad es ésta si el menú televisivo siempre ofrece la misma bazofia?! Esto no es realmente libertad de nada ni para nada.[10] ¡Ah!, pero el que diga lo contrario es un nerd, un resentido social, un cucufato católico escolástico, ¡incluso es terrorista! Y, claro, siendo así como son las cosas, el párrafo final del artículo catorce de la Constitución es una blasfemia antiliberal que filtró en esta carta política algún puritano medioeval. Este es el horror ético de nuestros tiempos. He aquí el cretinismo absoluto que tanto temían los creadores de la cultura.

En este sistema social de pobreza del espíritu, donde todo se compra porque todo se vende, el hombre ya no sólo es homo videns, ahora es homo cretinus.[11] Y siendo como es, su también cretina arrogancia se hincha como fugu en mar abierto y crece, al igual que se incrementa su veneno, sobre la base de la ignorancia y la incultura, sobre la tarima en la que descansa su desapego por la moral, su desacato por el bien y su amor por lo útil y lo práctico. El nuevo hombre, el homo cretinus, el utilitarista y pragmático ser humano, ebrio en estado comatoso, conduce el vehículo de su vida atropellando todo a su paso y, vociferante, va reclamando derechos que se ha ganado por el sólo hecho de existir. Desde la comodidad de su asiento, mueve los dedos para digitar su control remoto que le permite sin cansancio cambiar el canal de su vida, sintiéndose satisfecho de su nueva cultura y de haber logrado obtener lo que tiene. Así procede porque es su derecho. Derecho absoluto, inmutable, uno, solo, macizo y contínuo. Así de parmenídeo.

Es aquí donde Pérez Torres acierta nuevamente al precisar que “el pueblo gordo de avaricia, tambaleándose en la nueva realidad, no sabe qué hacer con lo que tiene. Le han caído del cielo los hospitales, las universidades, las carreteras, el trabajo, el sueldo mensual, las pensiones. Ahora sí puede carajear, ahora sí puede insultar, solazarse y manifestar su ego escondido, ahora nadie le ningunea, puede hasta dilapidar y enseñorearse y pervertirse, porque es su derecho. Nadie le quita su derecho. El Estado vigila y propone su derecho. Se le entregó el pez sin enseñarle a pescar. Analfabeto de principios y de símbolos. Su egoísmo, su individualidad, su mediocridad, su ambición, están garantizadas”.[12] He aquí el summum de la nueva filosofía de los derechos humanos de los tiempos actuales. Reclamo absoluto, soberbio y pedante para el goce absoluto, soberbio y pedante de derechos; negación absoluta, violentamente negativa y obstinadamente canceladora para el incumplimiento absoluto, violentamente negativo y obstinadamente cancelador de deberes y valores. Inequidad, en suma cuenta, en la relación derechos-deberes.

Este empanzamiento de antivalores en las personas constituye el caldo de cultivo generador de ideas como las que cuestiona y critica sagazmente Ramiro De Valdivia. Ideas tales como estas: “si la pareja no resulta, el divorcio es la solución”, o “este es mi cuerpo y yo decido”, cuando la irresponsable gestante –irresponsable por acción amoral y por omisión inmoral–  reclama su derecho fundamental al aborto y es defendida por cierto cretino sector feminista, presionando al Estado para que despenalice la figura delictiva del homicidio de los nonatos por tratarse, según la absurda creencia de estas gentes, de un derecho humano de la mujer el poder decidir si continúa con su embarazo; o, peor todavía, “el sexo es biológico y el género una construcción social”, argumento –si así se le puede llamar a semejante insensatez– confusionista que esparce el desorden y siembra el caos para generar un laberinto conceptual entre los ciudadanos para embrollar los pensamientos y sacar partido de ello, pues sabido es que a río revuelto, ganancia de pescadores. Y el resultado de concepciones como estas han terminado casi por destruir el sistema de valores que iluminaron el devenir humano y dinamitar instituciones fundamentales de un integérrimo orden social, como la familia y el matrimonio, instituciones que, en verdad, son objeto de los odios ontológicos que destilan embrutecedoramente esos militantes de la cultura de la muerte que hablan, con galimatías impertérritas y con el apoyo de fabulosas contribuciones económicas y políticas internacionales, en irónico nombre de los derechos humanos, diseminando sus ideologías enfermas a través de los medios de comunicación de la prensa masiva para inocular su veneno social a mayor alcance.

Sin que fuese vidente ni místico, el genial Jean-Paul Sartre, adelantándose tres o cuatro décadas al final de su vida, afirmó lo que en nuestros tiempos habría de suceder: el arma fundamental de las clases dominantes en el mundo es el arma de la estupidez; estupidez que no es sino el resultado de la imbecilización total y absoluta de la sociedad, la que comienza por adormecer la consciencia de la gente para vaciarla finalmente de contenido absoluto en sus espíritus personales. El resultado: esclavos modernos, tontos útiles, imbéciles, personas impotentes y débiles de mente.

No se equivoca, pues, Pérez Torres cuando sentencia con razón que hay “en la televisión denigrantes estereotipos de nosotros mismos, en el cine la manera más sofisticada de asesinar a tu padre, en la política falsos profetas, en la administración pública prestidigitadores del hurto, en la escuela el implacable ejemplo de las  drogas, en la familia la violencia y el alcohol como un mueble más, en la vida cotidiana la grosería, el trato burdo, el insulto brutal. Amores eternos que terminan en la comisaría. Deseos de que a nuestros hermanos les azote otro terremoto por no pensar como uno”.[13]

Ahora, claro, decir esto, a contracorriente de lo que establece el statu quo social, el establishment, es un herejía sin lugar a dudas. Lo reconoce el propio Ramiro De Valdivia en varias páginas de su libro. Pero ello, evidentemente, no lo amilanó para escribir los textos que conforman esta monografía colectiva. Ya lo dije antes: don Ramiro no dice las cosas como cree que son, sino que las dice como ellas son.

Es esto, precisamente esto, lo que hace que Ramiro De Valdivia sea un rara aviz en la magistratura nacional. Rara aviz porque siendo el ambiente en el que él se ha desenvuelto, en condición de magistrado, un espacio reservado para el poder antes que para la reflexión académica, no deja de llamar la atención que un juez de su categoría y jerarquía escriba como habla y hable y escriba como piensa, es decir, consecuente, reflexiva y académicamente, sin exhibir las pompas y posturas características de virrey envejecido con aroma a naftalina, con mucha suntuosidad, ninguna humildad intelectual y exagerado relumbrón, que es la imagen que proyectan hacia el pueblo algunos de sus arrogantes colegas y que, aunque no todos, sino algunos, estos algunos, sin embargo, son.

No veo, pues, por todo lo dicho, que en este libro se critique al positivismo jurídico. En esto disiento de la opinión de Cárdenas Krenz.[14] El libro critica, evidentemente, al sistema social y su espíritu vacío y marchito. Y con él, critica su Derecho. Por eso mismo, el autor propone entre líneas unas veces, y de manera directa otras, cuál es el camino para hacer frente al modelo de sociedad anaxiológica en la que vivimos: desarrollar una educación certera y verdadera, contraria a la educación oficial, ésta que trafica con el conocimiento para destruirlo sin rubor alguno.

Lamentablemente para nuestra patria, como en muchas otras patrias sudamericanas, la educación de hoy no es más un valor; es un negocio. Y cierta fe religiosa no es virtud teologal que oriente el camino del hombre para la salvación del alma; es concupiscencia que sirve al enriquecimiento, no del espíritu del pastor y del que corresponde a su comunidad de creyentes, sino al enriquecimiento del patrimonio personal de aquél. Si no, pregúntenle a los dueños de las universidades con mayor presencia en el Perú[15] y a los pastores protestantes investigados hoy por la fiscalía por lavado de activos, cómo son las cosas.

Habría, nada más ya, que agregar en este punto, con la misma glosa y sorna con la que Ernesto Famá cantaba el “Cambalache” de Enrique Santos Discepolo en “El alma del bandoneón” de 1935:

 

“Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor,

ignorante, sabio, chorro, generoso, estafador.

¡Todo es igual, nada es mejor,

lo mismo un burro que un gran profesor!

No hay aplazaos ni escalafón,

los inmorales nos han igualao...

Si uno vive en la impostura

y otro roba en su ambición,

da lo mismo que si es cura,

colchonero, rey de bastos,

caradura o polizón.”

 

Si usted, amable lector, es como los televidentes de los tiempos actuales, piensa como ellos y no le gusta que aquí se digan las verdades tal como son y sin tapujos, no se haga problemas, cambie de canal o, más certeramente en este caso, cambie de libro o, mejor aún, deje de leer. Así pensará menos, dará razón a la siempre errada y pésima interpretación del texto veterotestamentario del Eclesiastés en el versículo 18 de su capítulo primero, y no le dolerá la cabeza. Pero si forma parte de aquellos que saben y sienten sed de la verdad, lo invito a imbuirse de una lectura como ésta, que es viva, sana y ejemplificadora en toda la dimensión del término.

 

 

 

Prof. Dr. H. c. Mult. Luis Alberto Pacheco Mandujano

Magister juris constitutionalis

Director de la Academia de la Magistratura

Lima, 8 de octubre de 2017

Día del Combate de Angamos

 

 

 

 



[1] Sic. Cioran, Emil M., Ese maldito yo. Título original Aveux et anathémes, traducción del francés de Rafael Panizo. TusQuets editores, Colección Marginales, N.° 98, 6.ª edición, junio de 2015, Barcelona, 2014.

[2] A diferencia de otros tantos escritores jurídicos que abundan en el mercado de la literatura jurídica con sus pesados libros de Derecho, pesados por dentro y pesados por fuera. Hoy, cuando cualquiera puede escribir y publicar sin más.

[3] Cfr. Vargas Llosa, Mario, La sociedad del espectáculo, Madrid, Alfaguara, 2012.

[4] Cfr. Bauman, Zygmunt, Vida de consumo, FCE, México, 2007.

[5] La ley social que rige las relaciones entre los hechos sociales y la cultura, el espíritu de un pueblo, donde se albergan los conceptos jurídicos, políticos, religiosos, en una palabra, supraestructurales, señala que las condiciones materiales de existencia determinan, en última instancia, la consciencia social de los hombres.

[6] Por el contenido epistemológico-social de los escritos que siguen a continuación en este libro, y fuera de las resaltantes consideraciones ético-cristianas que caracterizan a Ramiro De Valdivia, me aventuro a considerar que aprehendió él a mirar mejor la realidad social, con los pies puestos en la tierra, sobre todo en la Universidad de San Agustín mucho más que en la Universidad Católica de Santa María, en cuya Facultad de Derecho cursó sus estudios de pregrado, por evidentes y obvias razones. Él dirá después si esta especulación mía fue correcta o estuvo equivocada.

[7] Sobre la mal llamada o, mejor dicho, la mal conceptuada opinión pública, me he referido en mi reciente libro Problemas actuales de Derecho penal. Dogmática penal y perspectiva político-criminal, donde he precisado lo siguiente: “La opinión pública no es sino lo que los medios de comunicación de la prensa masiva, sirvientes de las grandes corporaciones económicas, determinan qué es lo que debe considerarse como tal. Es la consecuencia del in-formar, es decir, del dar forma a la consciencia social, tan vacía de contenido por lo general. La opinión pública es, pues, resultado del dictado de la agenda social por parte de tales medios. Ortega y Gasset, refiriéndose a la opinión pública, ha precisado con justa razón lo siguiente: ‘Vivimos rodeados de gentes que no se estiman a sí mismas, y casi siempre con razón. Quisieran las tales que a toda prisa fuese decretada la igualdad entre los hombres; la igualdad ante la ley no les basta; ambicionan la declaratoria de que todos los hombres somos iguales en talento, sensibilidad, delicadeza y altura cordial. Cada día que tarda en realizarse esta irrealizable nivelación es una cruel jornada para esas criaturas resentidas, que se saben fatalmente condenadas a formar parte de la plebe moral e intelectual de nuestra especie… Lo que hoy llamamos «opinión pública»… no es en gran parte sino la purulenta secreción de esas almas rencorosas’ [cfr. Ortega y Gasset, J., Obras completas, tomo II, Revista de Occidente, sétima edición, 1966, Madrid, página 139]”. Sic. Pacheco Mandujano, Luis Alberto, Problemas actuales de Derecho penal. Dogmática penal y perspectiva político-criminal, A&C Ediciones Jurídicas, Lima, julio de 2017. Para abundar más en el tema, cfr. Keyserling, H., “Diario de viaje de un filósofo”, Madrid, Espasa-Calpe, S.A., 1928, I, páginas 357-358.

[8] Raúl Pérez Torres (1941) es un narrador, poeta y periodista quiteño. En los años setenta del siglo pasado integró la redacción de la revista “La bufanda del sol”; en la década posterior dirigió la revista “Letras del Ecuador” de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. El novelista ecuatoriano Ángel Felicísimo Rojas estima que Pérez “es uno de los escritores representativos de su tiempo y de su generación. Es el suyo un sensualismo amargo y desbordado. Pero el veneno que destila tiene, para el lector más exigente, un sabor de pecado que embriaga. Es un poeta maldito que, con su palabra lacónica y penetrante, descubre los secretos más recónditos del alma, a la cual lleva, cuando menos se piensa, a sumergirse en antros de pesadilla donde todo es bajo, vil y canalla. Inclusive el erotismo que satura sus bellísimos relatos, está teñido de tragedia y remordimiento. Pero su lectura apasiona y atrae” (sic. http://www.literaturaecuatoriana.com/htmls/literatura-ecuatoriana-narrativa/raul-perez-torres.htm, consultada el 29 de septiembre de 2017).

[10] En su magnífico libro Homo videns, el profesor Giovanni Sartori, concluye respecto de esta falaz fórmula diciendo así: “¿Hay algún modo mejor de ser más libre mentalmente? Si Negroponte y sus seguidores hubieran leído algo, sabrían que Leibniz definió la libertad humana como una spontaneitas intelligentis, una espontaneidad de quien es inteligente, de quien se caracteriza por intelligere. Si no se concreta así, lo que es espontáneo en el hombre no se diferencia de lo que es espontáneo en el animal, y la noción de libertad ya no tendría sentido. Para ir al núcleo de la cuestión debemos preguntarnos ahora: ¿libertad de qué y para qué? ¿De hacer zapping (cambiar constantemente de canales)?”. Sic. Sartori, Giovanni, Homo videns. La sociedad teledirigida, Editorial Taurus, Buenos Aires, 1998, página 134.

[11] Entrevista a Giovanni Sartori: “Pasamos del homo videns al homo cretinus”. En: Diario La Nación, Buenos Aires, edición del 22 de junio de 2016.

[12] Sic. Opera mundi, opus cit.

[13] Ibídem.

[14] Cfr., página 18.

[15] Sobre todo a los dueños de aquellas universidades que, amparadas por el cuestionable decreto legislativo N.° 882 de autoría del gobierno del hoy condenado por crímenes de lesa humanidad, se jactan pretenciosamente de tener más filiales distribuidas en todo el país y que gracias a sus lucrativos negocios educativos convirtieron a exsoldados rasos del ejército peruano en nuevos millonarios con avión privado gracias al deshonesto negocio de la educación falsa y barata.