sábado, 18 de agosto de 2012

¡Qué difícil es ser Dios... y ser hijo de Dios!

En este mordaz y provocador análisis (de suyo propio), Luis Alberto Pacheco Mandujano pone de relieve la característica cortesana con que suelen conducirse cierto tipo de sujetos que, en ubicación funcional superior e inferior, dentro y fuera del Estado, demuestran su enorme vocación, quizás por convicción personal, de cipayos y felipillos ante el interés; actitudes tan detestables que, sin embargo, abundan al extremo en el Perú y que hacen vigentes los versos de Fito Páez en "Al lado del camino", refiriéndose de aquellos "que rondan por siniestros ministerios, haciendo la parodia del artista; que todo lo que brilla en este mundo, tan sólo les da caspa y les da envidia".

Analicemos esta interesante interpretación de formas especiales de abyectos roles sociales:

http://www.voltairenet.org/Que-dificil-es-ser-Dios-y-ser-hijo

Atuendo y género




Quien intentase hablar, hace poco más o menos una década atrás, de violencia de género y sus nocivas formas específicas de acción, a quienes ni por vocación ni por convicción se hallaban dentro de esta temática, no pudo dejar de notar la enorme dificultad de semejante gran empresa.

Y es muy probable que hasta haya tenido, en seguida, la impresión de que su situación se veía dibujada con bastante acierto en la conocida narración del recordado filósofo danés Sören Kierkegaard sobre el payaso de la aldea en llamas, narración que Harvey Cox resumió brevemente en su libro La ciudad secular.

En la presente historia, Luis Alberto Pacheco Mandujano refleja parabólicamente cómo es que aquellas mujeres y hombres que hace algunos años atrás alertaron a la sociedad que los procesos de violencia oscura, asolapada en la privacidad de la jurisdicción familiar, iban en un alarmante crecimiento que desbordaba el ámbito de lo eminentemente doméstico y que, en un futuro no lejano podría degenerar en una serie de salvajes homicidios cometidos en agravio de las víctimas de esta modalidad de violencia, fueron muchas veces tildados de exagerados, alarmistas y hasta vejados como aquel payaso de la historia kierkegaardiana. No escucharlos significó, para la actualidad, permitir la intrusión de esa modalidad tan aborrecible de matar a una mujer, a manos de personas cercanas a ésta, que es conocida con el nombre de feminicidio.

El incendio ha estado presente entre nosotros... pero la solución para acabar con él también. Es sólo asunto de dedicar esfuerzo y atención a estos graves problemas que aquejan a la sociedad, para erradicar de la misma toda nociva forma de violencia irracional.

Disfrutemos de esta lectura: http://www.voltairenet.org/Atuendo-y-genero